viernes, 18 de agosto de 2017

Donde da la vuelta el aire final (Ámbar)

Un par de días más tarde concluí, después de meses y meses de trabajo lento y cuidadoso, “Unos días de febrero” y, aguijoneado por su reciente visita al casal, comencé un nuevo relato relacionado con ella, formaría parte también de un trabajo un poco más extenso que convine en titular, como no podía ser de otra manera: ÁMBAR.
Cuando llegó el día de su dieciocho cumpleaños monté un pdf con todos los capítulos y se lo envié junto a su felicitación y un texto explicativo.
En su respuesta eché a faltar el “gracias” de cortesía, no obstante, sí comentó haber leído algo del nuevo texto en mi blog; donde, según su parecer, seguía riéndome de ella. Había confundido un fragmento que hacía referencia al año pasado con la actualidad. No era cierto y así se lo hice saber, pero aun en el caso de que lo hubiera sido era una interpretación profundamente egocéntrica, daba por sentado que ella podía burlarse de mí pero estaba muy mal que yo pudiera hacer algo por el estilo. Un, cuando menos, curioso punto de vista.
También advertí que había borrado mi “Feliz cumpleaños” de la conversación, por ese pequeño detalle supe que mi salida del casal con Andrea no le había hecho ninguna gracia. Una conducta de la que, por razones más que evidentes, no podía quejarse abiertamente.

(-Bueno tío, ésto tiene pinta de que ya no da más de sí.
-Eso parece, después de un año de trabajo acabo de cerrar un círculo. Corto de páginas pero lleno de emociones, Grillo, lleno de emociones. Un año apasionante con sus ojos girando y girando a mi alrededor.
-¿Y ahora qué?
-¿Qué, de qué?
-¿Qué pasará con la chica, tío?
- No sé, quizá salga alguna poesía. Por mi madre que no tengo ni idea, pero si vino buscando hacer de musa se ha salido con la suya. Ha sido todo un privilegio asomarse a su mundo, a sus tetas, a su soledad. Por no hablar de sus besos. Va a ser duro de olvidar. En realidad no creo que la pueda olvidar nunca.
-¿Qué habrías hecho la noche del casal si hubieras tenido veinte años?
- Montarle una escena: Me hubiera sentado tranquilamente en su mesa con una cerveza, y, encarando al maromo de turno, le habría preguntado en tono afable: ¿Ya te ha contado que viene a mi casa para que le coma el chochete? ¿O que me ha regalado unas braguitas sin lavar preciosas? ¡Ah, la testosterona de los veinte años! A veces la echo de menos...
-¿Volverías a verla?
-Joder, claro que volvería a verla, Grillo. Cada vez que se le antoje. Tengo sus ojos clavados en el corazón. Pero no creo que suceda, después de lo que escrito lo más probable es que no le caiga demasiado bien. Se trataba de escribirla, no de darle coba para que venga a verme.
-Pues a mí el texto me parece que está escrito con mucho cariño. Raya la mariconada.
-Está escrito desde el corazón, pero si lo lee con ojos de niña estoy acabado en cuanto a ella se refiere. Si lo hace con ojos de mujer, cuando se le pase el más que probable cabreo inicial... En fin, Grillo, lo escrito, escrito está.
-¿Crees que volverá a verte?
-¡Joder Grillo, hoy estás tope de pelma! Visto el paisaje emocional que lleva a cuestas no lo creo. No espero volver a verla en mi vida. Pero como ella misma me dijo una vez cuando le hice una pregunta parecida: "Nunca se sabe".
¿Sabes, Grillo? A veces tengo la extravagante sensación de haberme tirado por su desconcertante y seductor canalillo como se tira un niño travieso cuando se enfrenta por primera vez con el vertiginoso y sobrecogedor tobogán de un parque acuático, como si fuera un descabellado pero irrenunciable desafío.
-¿Si tuvieras que definirla en unas pocas palabras cuáles serían?
- "La abruma estar presente pero desea que la echen de menos". Y cierra el pico de una puta vez.
- Estás poniéndote de perfil. Escurres el bulto.
- Temo herirla.
- Ya está herida, y no es culpa tuya.
- Eres un cabroncete muy listo, Grillo. Aun así, el resto se queda entre ella y yo.)



                                                  Perplejo ante la certeza
                                            de saberme adicto a su belleza

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