martes, 28 de julio de 2009

Rimas imposibles

El tiempo reclama
rimas imposibles,
los instantes desaparecen
en un fugaz parpadeo,
mirando atrás,
sólo queda un perfume,
un tenue hálito
encadenado en la memoria,
la vida es un recuerdo.

lunes, 27 de julio de 2009

Epístola

Estas palabras, viejo amigo, ahora que los años ya vividos te cercan el cuerpo y el ánimo, quisieran ser bálsamo y panacea. Una suerte de entretenido pasatiempo donde encontrases evasión. Apenas unos minutos, donde quisiera regalarte una sonrisa cómplice y un brazo amigo, que, a modo de barandal de hueso y sangre, pudieras utilizar cuando tu ánimo decaiga, y necesites, como náufrago que nada en el océano de la existencia, un tirón hacia arriba. Un tirón que te rescate de los peligros, de sentir el vértigo que el abismo ha dispuesto bajo tus pies.
Dentro de poco tendrás tiempo, y deberías, y fíjate que te digo deberías, emplear algo de ese tiempo, que la mala fortuna te ha regalado, en ver algún pequeño sueño cumplido. Uno pequeño y gratificante, de esos que tus afanes cotidianos nunca te dejaron tiempo suficiente para poder satisfacer.
Y… te digo, porque lo sé, será tu especial manera de sentir el calor del planeta debajo de los pies. Busca, en tu viejo cajón de los sueños olvidados, ese algo que quisiste hacer y nunca tuviste tiempo para ello.
Siempre quise tener la capacidad de regalarte un poco del tiempo libre que tengo la suerte, o la desgracia –creo que la suerte- de disfrutar. No está en el destino de los hombres disponer de tal don ¡qué más quisiera viejo amigo!
Pero…, estas palabras, que con gusto barajo o escupo, según sea el caso, son quizá, la única manera de ver realizado ese prodigio, pues la enorme distancia que hay entre el tiempo dedicado a la elaboración de las mismas, y el poco más de un minuto, que, como mucho, se puede llegar a invertir en leerlas de corrido, son, creo, la mejor metáfora de que dispongo para hacerte ese regalo que los dioses no me permiten llevar a cabo de otra manera. Es mi fuerza y mi ventaja.
Y…, sin mirar atrás, camina, con paso ligero y firme, por donde el corazón te lleve.
Yo, en mi caminar, preñado de tropiezos y adversidades, tuve la fortuna de encontrar una bella senda. Una ruta hacia mis sueños. Es casi lo único que tengo verdaderamente mío. Hay que ser tan torpe como yo para encontrarla a los cuarenta y siete; aunque si se tiene en cuenta que uno no sabía que buscaba…
Un corazón no resuelto. Eso he sido yo casi toda la vida, pero…, ahora me rio de los dioses. Los burlo, y, siempre que puedo, les robo un pedacito del paraíso donde viven. (…) Ya sabes…, más allá de la conciencia.

jueves, 23 de julio de 2009

Abril

Con la muerte en el bolsillo
busca en el océano de su vida
de su sueño desnudo
y el azul de su mirada mira al mar
un fugaz sendero de arena
apenas el eco de unos pasos.

martes, 14 de julio de 2009

Haze

Haze. Momentos Haze. Reímos enloquecidos con esa imagen. Haze. Momentos Haze.
¡Si tío! te quedas apalancado en el sofá. Todo está lejos...muy lejos...demasiado lejos. El contenido de la nevera, que ansías desesperadamente, está lejos...muy lejos. La tipa maciza a dos palmos, pero...está lejos...muy lejos...demasiado lejos...
Haze. Momentos Haze. Todo está lejos...más allá...cada vez más lejos.
Y nos chispean los ojos. Un amigo que tengo sentado al lado, me larga, en tres
minutos, un cuelgue desquiciante, del que, a los veinte segundos, ya perdí el hilo muerto de risa. Haze. Momentos Haze.
Nunca hay suficiente hierba, ese es el problema. Nuestra autosuficiencia es limitada, no cubrimos nuestras necesidades. No hay hierba. No tenemos hierba. Mi vaporizador no tiene hierba. No hay suficiente hierba, ese, ese es el problema. Haze. Momentos Haze.
Tengo que reconocer que, los populares, democráticos, como se dice ahora, y de fabricación nacional, mecheros Clíper, son una ayuda inestimable para el sufrido fumeta que, a lo largo de su humeante existencia, se las ha de ver, para alcanzar su fin -quemar una china- con todo tipo de chapuceros artilugios fabricados para tal menester.
Entre ellos, destaca, con todo esplendor, y sin competencia que valga, este popular mechero. Encendedor entrañable por su rendimiento. Su resistencia -relativa- a los recalentamientos, es algo que reconocen todos los miembros del gremio de los sufridos aficionados al cannabis. Haze. Momentos Haze.
Mi único animal, el único animal de compañía del que he sido responsable, mi animal preferido, fue un camaleón gaditano que llevaba por nombre Napoleón. Palmó en unos misteriosos experimentos clínicos, llevados a cabo por el personal de enfermería que, en aquellos momentos, momentos Haze, no pillaba absolutamente nada. Nunca hay bastante hierba. Haze. Momentos Haze.
Los mecheros circulan más rápido que sus poseedores. Haze. Un momento Haze.
Chinos rebozados en salsa agridulce. Clavo unos clavos en la pared.
Napoleón ha muerto, una víctima más de la ciencia. A mis colegas se les ha ido la pinza. Ha palmado después de una sobredosis de coramina que le pusieron tras la intervención, al sufrir una crisis postoperatoria. Porque hubo intervención quirúrgica. Un animal inofensivo y extraordinario. Un amigo, entrañable e inocente, víctima de la estupidez humana. Haze. Momentos Haze.
Nunca hay bastante hierba. No tenemos hierba.
Destellos brillantes delante de los ojos. Pequeñas burbujas transparentes explotan por miles ante un rostro atónito y divertido. Un brusco golpe de humor hace subir la atmósfera a mí alrededor. Es la fiesta. La música suena como nunca. Risas. A veces, hay hierba.
Me cuentan historias. Una mujer salta desde un balcón, se estrella contra el suelo. Explota en la acera, junto a mis pies. Haze. Momentos Haze.
Palabras, muchas palabras, salen de todas partes. Escupo palabras. Un tormentoso aluvión de palabras que no recordaba me atosiga sin remedio. Las escribo. Música y palabras. Haze. Momentos Haze.
Una historia, un cuento. Mujeres, mujeres...muchas mujeres. No hay hierba. Sólo mujeres.
Unas tetas bailan, dando saltitos, delante de mí. Unas bragas atan mis muñecas. Un dedo femenino en el recto. Un poderoso orgasmo compartido. Paz. Una dulce sonrisa, amplifica el efecto de aquellos soñadores ojos femeninos. Haze. Un polvo Haze.
No tenemos suficiente hierba. No hay hierba. Nunca hay bastante hierba.
Las luces de las farolas son brillantes y delgadísimas tiras luminosas que caen del cielo hasta rebotar en el asfalto, para, instantes después, caer sobre mí, como un felino en la noche amazónica.
La fuente espejea caprichosa, se divierte con los cambiantes reflejos de luz que, frustrados al no poder atravesar el ominoso manto de agua, hacen cabriolas en la superficie, jugando con las sombras como niños traviesos. Haze. Momentos Haze.
El brillo de la luna que transpiran unos ojos. Tus ojos guapa, tus ojos...Veo la luna en una mirada femenina, arrebatadora y fugaz que desaparece, trasmuta, en ojos de pasión animal. Los tuyos fiera, los tuyos. Haze. Un recuerdo Haze.
Falta hierba. No hay hierba...un momento Haze.
El jaguar, en la jungla, olisquea desde la rama más baja de un árbol enorme, a tres metros del suelo. Tenso, impecable, a punto de saltar sobre una presa, que
sólo es un punto luminoso en la noche del alto Amazonas. Haze. Momentos Haze.
Ansiedad. Falta de aire. Sensación de peligro. Miedo. Haze. Un problema Haze. Momentos Haze
Un comando de rinocerontes alados atacó, la pasada noche, un puesto avanzado en la frontera. Son la antesala del ejército que viene detrás. Los que nunca retroceden. Son ellos...-grita una voz aterrorizada.
No estamos preparados. Nos barrerán de un plumazo. La próxima luna seremos historia. Nuestra milenaria civilización se extinguirá de golpe, en una noche. Haze. Momentos Haze.
No hay hierba. No tenemos hierba. Nunca hay bastante hierba.
La araña se columpia en una lámpara. Me mira alucinada y ríe histéricamente
mientras comienza a tejer una red de burbujas a mí alrededor.
Un músico teclea desesperadamente su instrumento, un piano sin cuerdas, que mira a su alrededor desesperado. Mala suerte ¡jodéte piano cabrón! Te ha tocado un pianista ful. Haze. Momentos Haze.
La nevera da gritos desesperados al verse saqueada por tres frikis hambrientos. Cuando se despistan, abre rápidamente la puerta y se los traga. La nevera se carcajea flipada después de un largo y sonoro eructo.
La música, tan pronto se arrastra como da saltos, rebotando en las paredes, cada vez más alto, hasta disolverlo todo.
El halcón desaparece del cielo con una presa en las garras.
La lluvia escupe el polvo rojo del volcán a través de mis felinos ojos.
El espantapájaros fallece en mis brazos en una crisis cardiaca sin precedentes en la medicina moderna. A pesar de los esfuerzos sanitarios nada se ha podido hacer por su vida.
Bajando por el río tenemos un accidente, cometemos un error. Los rápidos -hay rápidos- nos atrapan sin remedio. Diez hombres ahogados y cuatro canoas perdidas. La aventura está gafada desde que el cabrón del jorobado se incorporó a la expedición. Lo asesinaré esta noche y arrojaré su cadáver al río. Las pirañas harán el resto.
No hay hierba. No tenemos hierba.
El humo de la sala aparece y desaparece despacio. Entre risas, nos miramos divertidos y traviesos.
Luís, abre la pequeña y redonda cajita de hojalata, saca parte de su ya escaso contenido y me lo entrega. Lo desmenuzo y lío entre lágrimas y risotadas. Haze. Un momento Haze.
Un ejército de ranas asalta nuestra mesa buscando hierba. David, las extermina a zapatazos, salpicándolo todo de ojos de ranas aplastadas, que parecen mirarnos encabronadas.
La televisión explota con gran estruendo, llevándose por delante a los tres idiotas que la miraban hipnotizados.
Muertos de risa hablamos de la Haze, de los momentos Haze, envueltos en una hilaridad contagiosa, cargados, muy cargados.
El humo, distraído, revolotea a nuestro alrededor, parece estancado en nuestra mesa. Es incapaz de expandirse más allá de nosotros.
Un reflejo en un cristal. Un cuento borracho de Haze. Un momento Haze.

lunes, 13 de julio de 2009

La canción

Quien conoce a los demás es inteligente.
Quien se conoce a sí mismo tiene visión interna.
Quien conquista a los demás tiene fuerza; quien se conquista a sí mismo es realmente poderoso.
Quien sabe cuándo ha obtenido bastante es rico, y quien sigue asiduamente el sendero del Tao es alguien de propósito constante.
Quien permanece en el lugar en el que ha encontrado su verdadera casa vive mucho tiempo, y quien muere, pero no perece, goza de la auténtica longevidad.

Tao Te King. Lao Tse.



Te busco en una canción, en una esquina, en un rincón. En el lavabo me ha parecido verte, pero no eras tú, era mi sombra en el espejo, que, como ya debes suponer, tiene allí su lugar preferido, su hábitat más preciado.
Largas y terribles pueden ser las noches, tú lo sabes, y la soledad, en ocasiones, puede ser un caos, otras veces, en cambio, una bendición.
Cuento las horas, como un niño que espera el próximo domingo, y lo ve lejano, casi inalcanzable. Un domingo en el parque de atracciones de tu cuerpo. Ese domingo que, recuerdo pasé, hace muchos años, en el parque de atracciones del Tibidabo.
Miraba desde lo alto hacia el mar, hacia la inmensidad.
Entonces, mi padre, me decía: “En los días claros, desde aquí puedes ver Mallorca”, y yo, lo miraba con devoción y le preguntaba por el mar.
El próximo verano te enseñaré a nadar, me dijo.
Y, continuó: Teme sus tempestades, porque el mar es como una mujer, que escucha, que perdona pero no olvida. Tenle respeto y te respetará. No lo puedes desafiar, es más fuerte que tú y acabará por atraparte.
Aprenderás a moverte por el con confianza, y quizá, algún día, dentro de muchos años, cuando yo ya no esté, sabrás lo que es para ti el mar.
Llevo el mar hasta en los huesos. Allí van mis ojos cuando se pierden. Mis lágrimas desembocan allí. Mis sueños, los sueño allí, o en la luna de los ojos de una mujer, que reverberan, como la luna riela en el mar, con un brillo plateado y cambiante, jugando con la oscuridad, como yo juego con mi sombra en el espejo.
Huelo a gachí de Poble Nou, serán las sábanas, o puede que sea la memoria.
Y te busco en una canción. Cerca del mar.
Te pinto, te dibujo como un niño que juega en la arena de una playa mediterránea, para después borrarte, y volverte a recrear de otra manera, con otro gesto, otra luz en la mirada.
Descubro tus curvas, tus sonrisas, mientras me miras medio dormida y, juguetona como una gata, ronroneas, finges dormir, pero te estremeces cuando te recorro curioso, como un niño en una playa desconocida.
Y te busco en el mar de mi mirada. En la playa de mis sueños, rodeado de palmeras, te huelo, te presiento mientras nado despacio por tu perfumada piel, por el mar.
Escondido tras unas cañas, espero verte llegar a la playa de mis sueños, desnuda, como el mar.
Te coloreo las mejillas a base de caricias soñadas. Mis dedos, como inquietos pinceles, se pasean por la tela de tu cuerpo, te sueñan, te envuelven. Retozan en la arena, en el desierto de tu piel.
Borracho de marihuana y ron te navego en la tormenta, en el mar de mi pasión. Me sumerjo en la espuma de tu sexo, que me deja en el paladar el soñado sabor de un mar lejano.
Tras las cañas te escribo, me escribo, te recorro, te borro, juego con tu cuerpo.
El jaguar, la sombra ancestral en el espejo de mi vida, te observa curioso. Receloso, afila sus garras contra un árbol mientras te acecha en mis selváticos sueños.
Y te navego en un velero de palabras, escritas entre olas, junto al mar.
Y la tormenta esperada llega. La gran tormenta que lo destruye todo, arrasa los sueños. Los pinceles tiemblan, borrando un cuerpo, una mirada.
El jaguar abandona el acecho, desaparece como una sombra, se pierde en la selva.
Y se oye la banda sonora de “Ruido de fondo” mientras le doy matarile a estas líneas. ¡Qué desilusión! de Leño, suena y se amplifica, llenándolo todo, rebotando en las paredes hasta perderse...
Te encontré, te encontré en la canción que debía, pero no quería buscar.
La sonrisa se adueña de un rostro de superviviente que mira al mar, a la luna, que parpadea entre nubes, fugaz como una mirada furtiva.
Todo canta en mi montaña, hasta el silencio.

viernes, 10 de julio de 2009

Una flor

Konozko una flor
kon kumpleaños,
nunca vi
flor más delikada,
vive tan cerka,
k sus espinas
me klavo
por las eskinas,
no sé k tiene
k no florece,
no sé k hice,
k no me kiere.

jueves, 9 de julio de 2009

Mariano

"Soy un experto en ausencias. Un maestro en sustraerme a ellas y seguir adelante. Soy bastante emocional, lo que conlleva una carga adicional de inquietud y desolación a la vida que uno lleva.
El cadáver de Antoñita me gustaba, lo tuve en el congelador del sótano diecisiete años, que ya son años. En cambio, Laia, no estuvo ni quince días. Tenía el mismo aspecto de profesora cacatúa viva que muerta. Cada vez que lo habría para contemplarla me daba repelús. Ni la extremadamente violenta muerte que le procuré, había cambiado un ápice su aspecto de mujer reconcomida. Como si su aletargada vida funcionarial la hubiese devorado antes de tiempo. Treinta años, y ya era una carcamal. Me saqué de encima aquel mal rollo lo antes que pude.
Alquilé un coche y la llevé a los pantanos.
Espero que los caimanes no se indigestaran demasiado, puedo llegar a necesitarlos mas adelante.
Leonor, la rubia del congelador grande, sigue teniendo el culo igual de bonito a pesar de llevar ocho años allí. A veces se lo descongelo con un soplete, lo pellizco un rato y la devuelvo a su frío hogar con una sonrisa en el rostro.
Llegué a esto a causa de mi padre.
“Mariano -me decía, el muy primo-, a las mujeres se las mata a disgustos. Es más lento, pero no está penado.”
Comencé por llevarle la contraria. Por demostrar que, por mas catedrático de derecho que fuera, con las mujeres andaba errado. Sólo es cuestión de que no te pillen.
Rosa, siempre me acuerdo de Rosa. Estaba tan apretada, que quemé la cadena de la motosierra mientras intentaba trocearla. Tuve que acabar el trabajo con una quirúrgica de mano. Una tarea de forzado. Pero, a pesar del trabajo que me dio, se imponen los bellos recuerdos…
La noche, una tibia noche de luna primaveral, la única que pasamos juntos, fue maravillosa. Ella corría desnuda por el bosque, y yo detrás, motosierra en mano, la llamaba por su nombre.
Hacer un breve apunte literario y después quitarlas del medio para poder disfrutarlas una temporada en exclusiva, así, tan fresquitas y guapas, es todo un arte.
A él me dedico en mis ratos libres…"



A Mariano, depredador sexual y asesino múltiple, lo conocí en los calabozos de los juzgados de guardia Barcelona, estando en ellos a la espera de que el juez estimara las raquíticas pruebas que la policía tenía en mi contra. Coincidimos en un chabolo, el más cercano a las escaleras que llevan a presencia del magistrado, cuando él se hallaba detenido a causa de una redada rutinaria en el barrio chino, y todavía nadie sospechaba que Mariano era el buscado depredador.
Contábamos historias para hacer más llevaderas las lánguidas horas de espera. El contó esta que he referido, que, sin duda alguna, es la más divertida que se narró jamás entre aquellos muros de techo abovedado y aherrojadas puertas.
Tres años más tarde vi su foto en primera página. Estaba detenido, y según relataba el periodista en un denso artículo, se derrotó a las primeras de cambio. Confesó, y, cuando iba por treinta y seis asesinatos, perdió el hilo y se quedó agilipollado del todo.
Tardó tres años en volver a abrir la boca.
Un mes antes del juicio fue portada de un conocido semanario. “Soy Findus, el rey de los congelados”, aseguraba, el día que rompió su largo silencio, en una entrevista, que, dada la notoria complejidad del caso y sus repercusiones mediáticas -en la calle no se hablaba de otra cosa-, se preveía largo.
La revista Interviú la sacó en exclusiva dentro de un número especial, dedicado, prácticamente en su totalidad, a los asesinos múltiples.
Las pruebas de cargo eran inapelables. El manuscrito, hallado en una vieja mesita de la cripta donde mantenía congeladas a sus victimas más queridas, donde, todo hay que decirlo, con cierto estilo, relataba sus crímenes, fue la prueba más contundente que esgrimió el fiscal, la que finalmente lo llevó a la cárcel de por vida. La afición a la literatura fue su ruina.
Vivió un tiempo en los EUA, en Florida más concretamente. Allí se volvieron a investigar algunas desapariciones ocurridas durante sus cinco años de estancia, pero no se pudo probar nada.
Había pasado largas temporadas fuera del país. Heredero de una discreta fortuna, se sospechaba que, prácticamente, dedicó su vida a quitar mujeres del medio en todo el planeta. Desgraciadamente, fue imposible probarlo.
Sólo catorce de ellas, halladas congeladas en el viejo sótano de la casa familiar, se tuvieron en cuenta durante la larga vista.
Poco faltó para que se produjese un conflicto diplomático, cuando en cónsul chino de Barcelona entró en liza, pues seis de las víctimas eran ciudadanas de ese país.
El depredador estuvo unos meses en el punto de mira de las autoridades del país asiático y, al seguirse el rastro de sus andanzas por medio mundo, se le pudo situar en Hong-Kong durante los dos primeros años del traspaso del control de la ciudad a los chinos. Scotland Yard quiso meter baza, pero los chinos dijeron nanai. Ellos se encargaron de las investigaciones en la portuaria ciudad asiática. Una vez más, no se pudo probar nada.
El sótano del viejo caserón de Vallvidrera contenía varios congeladores industriales. Recuperando las viejas galerías excavadas en la roca, abandonadas y cegadas cincuenta años atrás, había construido, el industrioso Mariano, una siniestra, ultragélida y moderna catacumba.
Durante el juicio habló de Gertrudis, su amor más distinguido. La congeló sentada para sacarla de vez en cuando y poder tomar el té con ella.
Finas gafas de cristales sin montura, y la mirada plácida del niño que nunca ha roto un plato, de complexión delgada, pero fuerte y enérgica. El pelo negro, ralo, liso y medianamente largo, que, con una corta coleta, solía reunir en la nuca, y parecía estirarle los rasgos a un rostro delgado y salpicado con algunas pecas. Mariano medía uno setenta y siete, y tenía el aspecto curtido y flexible del que pasa mucho tiempo haciendo ejercicio al aire libre.
Un papel secundario, pero destacado, jugó la mujer que escapó de sus garras, al despistarse el depredador yendo al volante la noche de su secuestro, y ocasionando un accidente contra un árbol en la carretera de l'Arrabassada. Supo aprovechar su oportunidad y, aunque maniatada, consiguió huir rodando ladera abajo. Con la descripción que hizo de Mariano la policía pudo elaborar el retrato robot que facilitó su captura.
De la heroína en cuestión, que no estuvo presente en la sala y declaró por videoconferencia, el periodista sólo aporta unas breves líneas, y nos la describe a grandes rasgos: “Metro sesenta y poco, mediada la treintena, pero de aspecto juvenil. Simpática, de sonrisa fácil, labios carnosos y sensuales, grandes y brillantes ojos, media melena de espeso cabello castaño entreverado de mechas caoba, que centelleaban en la pantalla, cuando, durante su declaración, hacía algún gesto con la cabeza”.
A Mariano, cinco años más tarde, le dio matarile un compañero de cautiverio del psiquiátrico penitenciario donde estaba recluido. En un ataque de locura, lo estranguló una noche de invierno con la goma de unas bragas que el finado guardaba celosamente dentro de la cisterna del váter, y con las que, de tanto en tanto, hacía rabiar a su compañero de celda.
El asesino, en última instancia, y a modo de justificación, arguyó en su defensa:
“El frío reinante era culpa de Mariano, porque, en sus delirios polares, jugaba constantemente con cubitos de hielo imaginarios, dejándome aterido con el trajín diario de los malditos cubitos”.
“Estamos en crisis y hay que ahorrar” -contestó Fermín, cuando, después un largo y delirante interrogatorio, se quedó en blanco.
“Ahora ya no ponen la calefacción” -aseguraba convencido a todo el que quería escucharlo. “Desde que no está con nosotros Mariano no hace falta calefacción. Lo hice por el planeta, el cambio climático nos acecha y todo sacrificio es poco”.
Así obtuvo Fermín Corrales, un psicópata asesino del montón, su pasaporte para la posteridad, sus cinco minutos de gloria.

martes, 7 de julio de 2009

A Toni

"Últimamente no sé nada de él. No contestó a mis emilios, su sms, que continuaba, a su manera, uno mío, conocedor de mi lírica manía con los sms, fue altamente poético.
Toda una respuesta a un viajero del viento, a un jinete cabalgando luces en la oscuridad, de un vagabundo de la existencia, que navegaba, en aquéllas navideñas fechas, sin rumbo, por ríos de sangre, con un resfriado de cojones, pero con ánimo suficiente para anudar, con gran belleza, palabras salidas de lo más profundo de si mismo.
Recuerdo, como si fuera ayer, la visita que le hice, estando mi amigo unos días varado en la Fundación Puigvert.
Le llevaba yo un obsequio muy especial, algunos de mis cuentos, simbolizaban una victoria sobre mí mismo. Mi triunfo en el laberinto, y la demostración de que seguiría escribiendo, no ya por sobrevivir, sino por amor a las palabras, a una mujer quizá.
Quería hacerle saber que, fuera cual fuera mi destino, mientras me aguanten los huesos, sonreiría y escribiría..."


La distancia, apreciado colega de achaques y demás vainas sanitarias, en algunas ocasiones, nos permite recordar, apreciar con más eficacia, instantes de alto valor humano, y de trascendente, metafórica calidez.
Andarás probablemente postrado, rodeado, que no asediado, por tu familia, quizá sin ganas de leer o escribir, ora escupiendo al techo, ora largando surtidos vilipendios.
Quiero creerte feliz, a pesar de enfermedades y otras maldiciones vitales. Esta fugaz, breve misiva, desearía cumpliera la útil misión de distraerte, que dejara atrás, al menos por unos minutos, todo el cúmulo de mamoneos que la existencia, con su proverbial y artera solvencia, ha hecho recaer en tu persona.
Contarte puedo, algunas estrafalarias peripecias que la vida, en rigurosa exclusiva, me ha ido endilgando sin miramientos ni compasión alguna.
Ya sabes de mis múltiples disfunciones biológicas, compañero de sinsabores sanitarios. Victima fui, igual que tú, de despistes y errores hospitalarios, que los trabajadores de esta humana actividad reparten como a voleo entre los desdichados que caen en sus manos todos los días.
Tú y yo, si a esas vamos, somos tipos duros, hemos aguantado estoicamente despistes y errores de cálculo, a pie derecho, y, casi siempre, con una sonrisa. Ambos sabemos, que muy pocos elementos de la horda sanitaria que nos trata habrían aguantado la mitad que tú y yo. Que les den muy mucho por el culo a todos, apreciado colega de infortunio.
Yo, convaleciente amigo, lo llevo con todo el garbo y alegría de los que soy capaz. Después de mucho tiempo, he conseguido reducir las visitas al galeno a dos anuales. Me he quedado con mis vicios reducidos a su más ínfima expresión, apenas unos porritos por las tardes y mis sempiternos cigarrillos, a los que también se la tengo jurada, y de los que, de momento, no consigo alejarme.
Rodeado de musas -casi siempre inalcanzables-, como es de rigor para un poeta que se precie. Dando recitales, leyendo cuentos y poemas, algo, k me produce una honda satisfacción, esperando -como casi siempre- el brillo fugaz de una mirada que nunca llega, como una resabiada rapaz que, desde la altura de sus años, se lo mira casi todo con sorna y, porque no decirlo, con un poco de sabiduría y buen humor.
Ando escribiendo bajo mínimos, pero recitando mucho. Una amiga me comentaba, a propósito de mis versos, que estos supuraban desamor. Doy por supuesto, que sabes, al igual que yo, que dicho sentimiento es de los ke más cunden poéticamente hablando. Algo descarados y divertidos son, según mi peculiar, pero, a pesar de todo, lúcido criterio.
Son los versos los que lo atrapan a uno, y no al revés, como presupone mucha gente. Mi segundo poemario llevará por título: “Traficante de palabras”, una ironía del destino, o mía, vete a saber, porque, como tú no ignoras, a uno le ha tocado hacer de todo en la vida.
Contarte también, que Doctor Krespo y las Vampiras -el conocido grupo de rock sanitario- ha dejado la carretera y el rock´n´roll. Fui, creo, el único que presenció su concierto postrero.
Puedo asimismo asegurarte, que la consulta psiquiátrica ya no existe, y los jodidos majarones radiofónicos han desaparecido de las ondas hertzianas y, por supuesto, de mi vida. Por ahí, de cuando en cuando, me los tropiezo, con sus torcidas y negras almas a cuestas. Sólo son, a mis ojos, viejos y encartonados fantasmas a los que asesiné con toda alevosía. Ahora vagan sin rumbo, sin tener donde caerse muertos. Un múltiple y metafórico crimen del que me siento orgulloso.
Hoy 1º de mayo, con la ciudad apagada y gris, veo llover mientras escribo.
Desearía, esta primaveral mañana, húmeda y cenicienta, saber de tus andanzas y tribulaciones. Si estás regular o simplemente mal. En qué ocupas tu inquieta y fértil mollera.
Yo, ya ves, no tengo a quién darle la vara, por lo tanto, escribo, me lo invento sobre la marcha -teclear es caminar-, para después, con toda alevosía, remitirlo, hacerlo rular, entre amig@s, compañer@s y musas. Es una manera como otra cualquiera de asimilar a mi puñetera sombra, procurando, además, que éstos, a su vez, se vayan acostumbrando a leer algo.
Mis fantasmas desaparecieron como vinieron, poco a poco, y al descuido, de ellos, queda una fértil sombra, lo escrito y, por supuesto, lo por escribir. Ocupa ¡por fin! el lugar que debe, en segundo plano, ayudándome a contar cuentos. Ya tiene su espacio en mi vida, y yo, ¡mierda! ¡ya era hora!, me siento completo.
No kisiera despedirme de ti sin rogarte encarecidamente que me hagas saber algo de tus vicisitudes, sanitarias o no.
Yo, como habrás podido notar, utilizo todo lo que tengo a mano para mis pequeñas historias, mis poemas multimedia, a mis congéneres, sean amigos, enemigos, sombras, musas, tont@s del culo, mis montañas, mis lunas de marinero, unas bragas viejas...
No está lejano el día en que cogeré los textos y me meteré en el estudio para grabarlos en audio, y así, después, poder lanzarlos al aire de mi querida ciudad. Mis cuentos navegarán entonces por el tiempo y el espacio, para posarse distraídamente en algún oído receptivo.
Esa, apreciado amigo, será mi victoria sobre la caterva de atontados y gilipollas que merodearon a mí alrededor, y que trataron, con todos los medios a su alcance, de amargarme la existencia.
Por lo demás, sigo tratando de bucear almas femeninas, y no dejo nunca de sorprenderme cuando me miro en esos espejos de mi existencia.

Cordialmente: Leo Miller.

PD: El numen de mi, por ahora, escasa obra, sigue inalcanzable y ausente. Detrás del espejo de su vida, esperando un milagro, buscando a su alrededor, sin saber todavía que lo que realmente busca está esperándola en el fondo de su ser.