domingo, 4 de octubre de 2015

Orange 5 (fragmento)

Dejó caer un Alka-Seltzer en el vaso, lió un cigarrillo y salió a la calle. Mientras fumaba comenzaron a llegar los parroquianos que Matamoros había puesto es desbandada. Uno de ellos al pasar junto a él, le preguntó: — ¿Qué, cómo se ha portado El Picao? Es un tocapelotas. Desde que se lió con la rumana del bar de la carretera no hace mas que ir tocando los cojones por ahí con la esperanza de acabar con la competencia.
Al entrar en el local todos los clientes dejaron de hablar y lo miraron como si fuera un principiante que acaba de sufrir una novatada. Jacinto carraspeó para llamar su atención y les dijo: — Os presento a Matías, el novio de la pintora. Después de los saludos y los preceptivos apretones de manos, mientras Matías se tomaba un cortado ya frío, Jacinto, entre comentarios jocosos acerca de la novia y el noviazgo, pasó a relatar con todo lujo de detalles las peripecias del lance.
— ¡Joder, con lo buena que está la pintora… Menudo braguetazo! –exclamó un tipo bajito que Matías no alcanzo a ver.
A las dos y media, cuando el local comenzaba a vaciarse, llegó Loti exultante y lo besó apasionadamente delante de los parroquianos. Saludó a todo el mundo, pidió un vermú, agarró a Matías por la cintura y le dijo: — Vamos a una de las mesas de fuera, tengo que darte una buena noticia. Ya en la calle, continuó: — Esta mañana he vendido un par de cuadros y es bastante probable que en unos meses exponga en una galería de Londres. Matías, llevas la suerte allí donde vas.
— Será a los demás, porque la mía. Estoy resacoso y famélico. Necesito comer, una siesta y un masajito de Orange. Lo de anoche a mi edad se paga.
— Fue maravilloso. En el tercero flojeaste un poco, pero cumpliste como un hombre. Estoy convencida de que Orange te hará un masaje de ático barcelonés. 
Mi sobrina ya se ha ido de vacaciones. En estas fechas baja un poco el negocio, es el momento ideal para ir a Santibáñez. Si hay cualquier imprevisto estamos a diez minutos en coche. Trabajaremos por la mañana y tendremos las tardes para nosotros. He comprado unas cuantas pastillitas azules, pienso cobrarme cada beso, cada caricia, cada pincelada.
— Moriría entre tus piernas.
— No es cierto, pero da gusto oírtelo decir.
— ¿Quieres que comamos aquí? Jacinto no es un gran cocinero, pero el calderillo bejarano lo borda.
Matías asintió con la cabeza, luego se quedó como ausente un par de minutos, sacó su pequeña libreta y empezó a tomar notas.
 — El vermú –dijo Jacinto, al tiempo que dejaba el vaso y un platito de olivas aliñadas sobre la mesa y se sentaba con ellos. Miró a Matías, que seguía ensimismado, y acto seguido, le lanzó una mirada interrogante a Loti.
— Es escritor. Un escritor sin suerte que cree que morirá sin haber contado nada digno de tenerse en cuenta. Déjame unos minutos para el vermú, y después nos traes una ensalada para dos, un calderillo para él y un bistec a la plancha poco hecho para mí. Y agua mineral para beber, que Matías anda con resaca.
— Ha tenido su primer encuentro con El Picao –dijo el camarero,levantándose rápidamente tras apuntar el pedido.
Loti soltó una carcajada y Matías levantó la vista de su libreta, se la quedó mirando un instante y, poniendo de nuevo la atención en la libreta, le pregunto: — ¿Dónde está la gracia? Porque yo no se la veo.
— ¿Qué impresión te ha dado? 
— ¿Qué impresión me ha dado? Pues me ha parecido que está más sonao que un antidisturbios con veinte años de servicio. Un tipo atolondrado y ansioso carente de profesionalidad. Y facha, facha por un tubo.
— Cariño, tienes un don especial para las primeras impresiones. Yo no lo habría resumido mejor a pesar de llevar años y años aguantándolo. Cambiando de conversación, continuó: — Ya verás cuando veas el estudio, te va a encantar. Desde hace unos pocos años mis cuadros se venden bien. Bueno, relativamente bien. Me ha permitido comprar el estudio y hacer las obras necesarias. Ahora es uno de mis sueños cumplidos. He conseguido un espacio apartado y lleno de luz donde puedo aislarme del mundo y crear. Es mi pequeño universo. Cuando estoy allí, cada día al levantarme yo decido qué es qué.
— ¿Intentas acojonarme? He estado en lugares muy bellos y en antros apestosos, así que lo tienes complicado. ¿Qué quiere hacer conmigo tu universo?
— Básicamente desnudar tu alma, tu corazón. Ver la tristeza, la pasión, el fuego en tus ojos.
En esas llegó Jacinto con el mantel. Apartaron el servicio y la libreta, y Jacinto extendió el mantel y puso cubiertos y servilletas. Al acabar, miró a Matías y le dijo: — No crea que fue una encerrona. La clientela aprovechó el momento en que El Picao fue al lavabo para poner tierra de por medio. Entonces llegó usted.