domingo, 30 de junio de 2013

Niebla 6 (Fragmento)

Desde la terraza delantera del ático de Miquel, el mar acaparaba la mayor parte del horizonte, y un viento gélido y vertiginoso, silbando con fuerza en los recovecos de los edificios de la avenida, recorría la noche, dificultando la discreta charla que sostenían los dos amigos fuera del alcance de los oídos de Inés. Ésta los observaba desde la ventana corredera del despacho, a sabiendas de que los dos hombres, con la excusa de fumar un cigarrillo, querían sostener una conversación lejos de su presencia. Por un momento se sintió ofendida, pero…, al poco, el lenguaje corporal de los dos amigos la llevó en otra dirección… Envidió la fuerte compenetración que había entre ellos. Sin duda, su inesperada llegada iba a modificar los hábitos de la casa. Había hecho su aparición sin avisar, con una maleta y malas noticias. Todos necesitarían algo de tiempo para acostumbrarse…
Acodado en la baranda de la terraza, Andrés escuchaba las explicaciones de su amigo; de vez en cuando asentía con la cabeza, y después trataba de encender de nuevo el cigarrillo que sostenía en la mano izquierda; tras varios intentos fallidos, con un gesto resignado volvió a dejarlo dentro del paquete.
El rostro grave de Andrés, recortado entre las sombras intermitentes de la terraza, la llenó de inquietud. Apartó la mano que sostenía la cortina, encendió la luz y se sentó delante del ordenador…



A unos cables de distancia del herrumbroso buque, dos fragatas de la Armada custodian el puerto. El moribundo carguero griego, destinado al desguace meses antes, está siendo remozado para su último viaje. Fondeado frente al puerto, el constante ir y venir de las lanchas le había dado una nueva vida al marchito navío.
En proa, colgados de un andamio, tres marineros pintan el nombre escogido para su postrera singladura. El viejo Dyonisios, ahora rebautizado como Sant Jordi, era el instrumento elegido para acabar con la pesadilla que asolaba la ciudad.
En ese mismo momento, en un lugar desconocido del área metropolitana, un científico español y tres ingenieros rusos expertos en armamento supervisan la descarga de tres traileres llegados durante la noche. 
La FOAB (bomba termobárica de alto impulso) rusa, sin duda alguna, era el arma no nuclear más potente del mundo. Con un peso cercano a las ocho toneladas, producía una energía equivalente a 44 toneladas de TNT, por lo que tenía el mismo poder de destrucción que una bomba nuclear táctica. Probada con éxito en el 2007, estaba destinada a sustituir a las armas nucleares tácticas del ejército ruso. Sus características más peligrosas eran su onda expansiva supersónica y lo difícil de su control.
Cuatro veces más potente que su homóloga norteamericana, la FOAB estaba diseñada para ser lanzada desde un avión y detonada desde tierra, pero en esta ocasión sería diferente, así que los técnicos rusos montaban un nuevo sistema de detonación que minimizaría en parte su alto poder destructivo.  

jueves, 13 de junio de 2013

Niebla 5 (fragmento)

Una hora después, la furgoneta los dejaba en un garaje del extrarradio barcelonés. Allí los esperaban dos tipos corpulentos vestidos de enfermeros, que los acompañaron hasta el ascensor que los dejó en la segunda planta.
Los repartieron en tres habitaciones contiguas. Tras despojarse de la ropa y los efectos personales firmaron un documento, pasaron por la ducha, les dieron ropa nueva y les hicieron los primeros análisis.
Sala de conferencias: suelo y paredes de un blanco impoluto, grandes ventanales de cristal esmerilado, sillas y pequeñas mesas azules; y presidiendo el aula, una mesa grande con tres tipos de bata blanca que los urgían para que tomasen asiento.
Tras la charla introductoria se repartieron unos folletos relativos al experimento, donde se explicaban detalladamente las pautas que se iban seguir durante todo el proceso, así como las normas fundamentales de convivencia y un plano de las instalaciones y sus correspondientes servicios. Uno a uno, el medio centenar de participantes de ambos sexos pasó por una ventanilla donde una enfermera rubita repartía bolsitas con dos gramos de marihuana.
Sala de lectura, de televisión, de juegos de mesa, un pequeño gimnasio, una enfermería donde se tomaban las muestras; y lo más importante: la inmensa sala que acabaron por llamar “el submarino”. El lugar donde, día a día, se enfrentaron a la niebla.
Un pequeño grupo no fumaba marihuana, sino que utilizaban un preparado farmacéutico compuesto por dos sustancias activas: el tetrahidrocannabinol y el cannabidiol, que se administraba en pulverizaciones bucales por medio de un espray, absorbiéndose a través de las mucosas orales.



-¿Crees que Víktor trabajaba solo?
-No lo sé, Andrés, no lo sé. Pero montar algo así implica tener un proyecto a largo plazo o algún tipo de trastorno mental que no alcanzo a ver. Quizá haya detrás un proyecto político totalitario liderado por fanáticos del Tercer Reich. O por falangistas en conserva, que haberlos haylos.
Me consta que están investigado con lupa la vida del cabrón de Víktor, pero de momento no hay pruebas que apunten hacia conexiones terroristas…



Con la llegada de los primeros fríos invernales, a principios de diciembre la ciudad recuperó una aparente normalidad. El fenómeno de la Niebla Azul se fue replegando paulatinamente; tanto, que los periódicos poco a poco fueron arrinconando la información sobre el asunto –que un mes antes había sido objeto de un seguimiento masivo por parte de los medios, ocupando portadas y páginas y páginas centrales con todo tipo de especialistas y teorías pintorescas- hasta quedar reducida a puntuales notas en las páginas interiores.
La policía había tomado de nuevo el control de las infraestructuras estratégicas y de los barrios más afectados por la niebla.
Pequeños focos de la plaga iban apareciendo intermitentemente, una noche en un barrio, otra noche en otro. La niebla se agazapaba, daba un zarpazo y volvía a desaparecer…