martes, 27 de diciembre de 2011

El enano maricón (mientras tanto)

La historia del enano se remonta hasta mi tierna infancia. Carlitos, el enano, vivía entonces en un bloque contiguo al mío. Mis recuerdos comienzan con un enanito bullanguero ocho años mayor que yo, que por entonces contaba con seis o siete.
Mi barrio, un pequeño polígono de bloques de cuatro plantas situado en la zona norte de la ciudad, estaba lleno de vida, es decir, de niños correteando por calles y patios interiores, pues el tráfico rodado era inexistente a mediados de los sesenta. Las colinas del Parc de Collserola, que amurallan el barrio y la ciudad, comenzaban entonces cien metros más arriba de mi calle.
Las mujeres, cuando marchaban de compras al centro decían que iban a Barcelona, y la vida de la ciudad se desarrollaba a nuestros pies. La urbe estaba allí abajo, entre el puerto, las fábricas y empresas logísticas del Poble Nou y el centro administrativo y comercial que, durante siglos, había ido creciendo en espiral desde el barrio gótico.
Carlitos no llegaba al metro ni de puntillas, era cabezón, de pelo ralo, corto, rubio y ensortijado; barbilampiño de ojos claros, gafas de concha de culo de vaso y más boca que el tío del Netol. Patizambo y marchoso lo veía caminar con su vieja guitarra española al hombro. Calle arriba, calle abajo.
Durante las vacaciones veraniegas el enano caminaba con paso alegre y decidido por entre los patios interiores con su guitarra a cuestas. Todas las tardes se sentaba en un bordillo o un escalón, colocaba boca arriba la guitarra sobre sus cortas piernas y tocaba y cantaba canciones infantiles y populares con una técnica parecida a la de la guitarra hawaiana antecesora del estilo “slide”.
Y los niños lo escuchábamos embelesados hasta que, media hora después, la caza de lagartijas volvía a ser una novedad. Entonces se levantaba sonriente y se perdía con paso vivo por los entresijos de los patios del polígono en busca de otros ojos infantiles que lo mirasen arrobados durante unos minutos.
Esta bucólica imagen de Carlitos se fue desdibujando a medida que yo dejaba atrás la tierna infancia, hasta que, justo cuando el Tío Paco entró en capilla, comenzaron los rumores…
El lado oscuro de Carlitos se nos hizo evidente cuando éste se acercaba a los treinta años. Según corroboraron unos amigos, que se dejaron caer por el bar en cuestión, los rumores eran fundados. Al enano le gustaba chupar pollas por debajo de las mesas del bar de una conocida sala billares de Horta.
Sus padres, escandalizados por el asunto, lo facturaron con un tío suyo, abogado y representante de una pequeña compañía de enanos saltimbanquis que solía trabajar largas temporadas en un conocido circo italiano.
A partir de aquí, encanto, la historia del enano da un vuelco; y ya no es un testimonio de primera mano, sino un relato compuesto por lo leído en los papeles y algunas habladurías de testigos no demasiado fiables, que, en sus constantes entradas y salidas del trullo, iban dando retazos de información cuando alguien les preguntaba por el enano. Las noticias corrían, se contradecían y exageraban de bar en bar.
La banda cayó a mediados de los ochenta. Una organización delictiva compuesta por un tipo desgarbado de pelo blanco y unos cuantos enanos dio mucho juego a la prensa del momento; y no se limitó a las páginas de sucesos, bastantes columnistas le dedicaron su espacio en los rotativos. Carlitos ya no era el enanito cantarín, sino “El Nano”, un tipo duro de los bajos fondos.
El asunto pasó a anales del crimen como “El Caso Blancanieves”. Su tío, era sin duda la Blancanieves de aquella historia, pues los otros siete eran enanos y él lucía barba y cabellos blancos; que recogía en una coleta al estilo Radovan Karadzic en el esperpéntico papel de médico alternativo de sus años furtivos. Vamos, que se lo pusieron a huevo a los periodistas.
Robo con escalo, contrabando y tráfico de diamantes, asociación de malhechores y evasión de impuestos, fueron los delitos por los que se les juzgó y condenó según su grado de implicación, pues no todos estaban al corriente del contrabando de diamantes de sangre que “Blancanieves” y “El Nano” llevaban a cabo aprovechando las giras circenses y los contactos del primero con un temido grupo mafioso francés.
Los robos de joyas y obras de arte se organizaban a partir de la información proporcionada por una peligrosa organización de los bajos fondos de Lyón, algo que no se pudo probar fehacientemente pero estuvo en boca de todos los investigadores y periodistas próximos al caso.
Los más pringados fueron: “Blancanieves”, dieciocho años y un día, y “El Nano” y su novio Manué -el acróbata canastero-, doce años y un día.
El resto salió mejor parado: Rafi y Rufi -los gemelos funambulistas-, ocho años y un día; Jean Pierre -el trapecista- y Nené -contorsionista punkarra y amante del anterior-, seis años y un día; Jorgito -el llorón as del monociclo- fue el que salió mejor librado. Gracias al informe presentado por el psiquiatra forense no tuvo que cumplir los cuatro años, dos meses y un día que le cayeron; pues la condena le fue conmutada al acceder éste a su ingreso en una institución mental por un periodo no inferior a dos años.
Lejos de amilanarse por la larga pena que debía cumplir, Carlitos empleó el tiempo de su condena en estudiar y dar clases de guitarra a otros presos. Debido a su aprovechamiento en los estudios y su buena conducta, ocho años más tarde, una desapacible mañana de febrero del 1994, “El Nano” salía de la prisión de Lleida con un proyecto, una licenciatura en administración de empresas de la UNED y la boca llena de pupas de tanto chupársela a los funcionarios.
Cuando, pasados dos años, derrotado y enfermo del pecho, Manué era excarcelado, lo primero que hizo fue cruzar a toda prisa la calle Entenza. Después se metió en el bar que hay justo enfrente de la puerta principal de La Modelo, donde, a pesar de sus achaques, nada mas entrar pegó un acrobático salto que lo dejó sentado en un taburete de la barra y, ante el estupor general, a continuación pidió su primer café como hombre libre. Café, al que, a modo de bienvenida, tiene a gala invitar el dueño del establecimiento a todos los presos cuando les dan bola.
Al servirle el café, el camarero hizo un gesto con la cabeza para que mirase a su espalda…
-Buen salto, Manué –escuchó, segundos antes de darse la vuelta-. “El Nano” viene ahora mismo. Ha ido al estanco de la esquina a por unos puritos –gimoteó la voz.
En la mesa del rincón, sentado delante de una cerveza y medio bocata de anchoas, Jorgito lloraba como una Magdalena.

Trini, esto último te puede parecer inverosímil. En realidad a mí también me lo pareció. La fuente de información no es demasiado fiable, pero, de las historias que escuché, es la menos surrealista. “El Chino” -vecino de mi barrio y delincuente habitual-, fue el que me contó el desenlace del “Caso Blancanieves”:

Bajo los soportales de la ya desaparecida plaza de Verdum, mientras compartíamos unas chuletas a la brasa con alioli y una botella de priorato de granel en el bar de “El Patas Cortas”, “El Chino” me largó esta historia:
La mañana que Manué salió de la trena, “El Chino” aguardaba en el mismo bar que Jorgito; “El Chupas”, un viejo compinche suyo, debía salir en bola aquella misma mañana.
Almorzó con los enanos, pues había vivido en la misma escalera que “El Nano” durante muchos años y, además, habían compartido galería en alguna de las frecuentes entradas de “El Chino” en el talego.
Durante aquél almuerzo, los enanos le contaron que fue del resto de la banda:
A los pocos meses de su puesta en libertad, Rafi y Rufi -los más jóvenes del grupo- cruzaron el charco contratados por un circo norteamericano; Jean Pierre y Nené se casaron estando en prisión, y, en cuanto los liberaron, se marcharon a un tranquilo pueblecito del pirineo vasco-francés, donde Nené tenía un viejo caserón heredado de su abuela paterna; “Blancanieves” no sobrevivió a su cautiverio, murió de cáncer en la prisión provincial de Tarragona meses después de salir su sobrino de Lleida 1.
Los pasos de “El Nano”, según contó éste a “El Chino”, fueron discretamente vigilados durante meses; y el fulano que se asoció con él y puso el parné para montar su primer negocio -una sauna de ambiente gay en la Travessera de Gràcia- fue investigado por hacienda e interrogado en varias ocasiones por la policía.
Con Manué en libertad nada los retenía en la ciudad. Para cuando éste estuviera recuperado ya habrían ganado suficiente guita y se largarían a Madrid. Entre los tres pensaban montar un negocio en el barrio de Chueca.
El relato de “El Chino” termina aquí, y, como era de esperar, los enanos no dijeron ni una palabra sobre el suculento botín que la policía les suponía. Aunque “El Tiri” -disc-jockey y traficante de perico-, otra de las fuentes consultadas, me aseguró que, cuando él estaba en Tarragona cumpliendo su último año de condena, “Blancanieves” recibió dos visitas de un extranjero. Un abogado holandés muy elegante, según supo por boca de un funcionario con el que hacía negocios. Todo un currante “El Tiri”, no se tomaba vacaciones ni estando preso.
Las sospechas de la policía y las insinuaciones de la prensa sobre las conexiones internacionales de “Blancanieves” se quedaron en éso, meras sospechas que no habían sido capaces de demostrar y especulaciones periodísticas difundidas con ánimo de vender más periódicos.
El botín, si es que lo hubo alguna vez, se había esfumado sin dejar rastro.

martes, 22 de noviembre de 2011

Desnuda

Desnuda, te imagino desnuda
te veo desnuda, desnuda te sueño
desnuda, siempre desnuda
te escribo desnuda
boca vestida de coral, pelo recogido y clavel tinto
en los ojos miel de romero
las pestañas puñales negros
teñida al sol la piel desierta,
tostadas, las cumbres de tu pecho
solitario liguero negro
diez rubís en las manos
húmedo y cobrizo el sexo
hueles a crepúsculo de mar desnuda
a noche interminable, a hembra sedienta,
brisa fugaz de horas lentas y negras,
mudo acento acento del sur,
y desnuda, siempre desnuda.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Picapleitos (mientras tanto)

Salimos del metro en Urquinaona, a escasos metros del Palau…
En el primer semáforo me quedé un momento detrás de ella.
-¿Me estás mirando el culo?
-Pues sí -reconocí-. Es lo más parecido a la felicidad que he visto nunca.
Soltó una sonora carcajada… Un momento delicado. La diferencia entre un baboso y un hombre apasionado la define su capricho o sus intereses.
Delante de la puerta del Palau comenzó a hacer preguntas y más preguntas sobre el singular edificio. Yo había preparado aquella visita durante semanas, así que no me pilló desprevenido. Le solté un rollo sobre el modernismo que había sacado de la enciclopedia Espasa mientras tomábamos una copa en la cafetería del inmueble.
Esta picapleitos seguro que trabaja para un oscuro grupo de inversores de la Costa del Sol, así que un gatillazo esta noche podría tener consecuencias imprevisibles, me repetía mientras salíamos del Palau y encarábamos Vía Layetana.
Cuando llegamos a la altura de la comisaría me paré empujado por un viejo  resorte… Le hablé de su negra historia, del asqueroso sótano donde se hacinaba  a los detenidos en tenebrosas celdas llenas de roña, del rancio olor de las mugrientas colchonetas, de mantas pringosas que no se habían lavado nunca, de aquella peste asfixiante que no te dejaba dormir…
Por zanjar el tema le dije: Tenían que haber dinamitado el edificio cuando acabó la dictadura; pero ahí sigue este símbolo de la iniquidad, imperturbable y ajeno al dolor causado a tantos barceloneses que lucharon por la libertad.
Noni, con la complicidad de los medios de comunicación, estamos atrapados entre la extrema hijoputez política, la codicia insaciable de banqueros y mercados y la paniaguada desidia crónica de un par sindicatos eternamente claudicantes.
Camino de las Ramblas, que quería ver sin falta, no quedó más remedio que pasar por Sant Jaume y las calles del Call. Las románticas callejas del viejo barrio judío fueron cómplices de mi pasión y testigos de nuestros primeros besos.
Guapa mujer la picapleitos, y uno, que es soñador de profesión, vagabundo por destino, romántico y apasionado sin remedio, cuentista de vocación y disidente por elección, comprende, mientras caminan abrazados por el C/ Ferrán rumbo a las Ramblas, que pertenecen a mundos muy diferentes, que nada de lo que haga cambiará éso. Pero me dejo llevar por el brillo de sus ojos, borracho de vida la aprieto contra mí, dejando atrás el escalofrío provocado por la desolada imagen de una derrota.
Cuando llegamos a las Ramblas había oscurecido, y la fauna noctámbula de fin de semana, bastante más tempranera que los bohemios de toda la vida a quienes pretendían emular, aprovechaban que era víspera de festivo para tirarse al ruedo de la noche barcelonesa, mezclándose con las reatas de turistas que, cumpliendo una suerte de ritual leído en alguna guía, subían y bajaban por la rambla como autómatas.
A los rambleros de toda vida parecía habérselos tragado la incesante marea de visitantes, y los eventos culturales asociados a este colectivo habían dado paso a un monótono desfile entre estatuas humanas, que, con más o menos acierto, salpican el paseo a todas horas; ni asomo de la agitación cultural y festiva de antaño.
La creatividad de Las Ramblas se había institucionalizado años atrás. Lo inesperado había dejado de serlo, yacía desde mucho antes en el cajón de las subvenciones de algún estamento municipal o gubernativo. Dejó de ser una fiesta para convertirse en un negocio.
La atmósfera transgresora, vitalista y tolerante de otros tiempos, devorada por los estereotipos culturales de los cuadros técnicos de la administración, había desaparecido o se había dispersado en las catacumbas de las calles adyacentes y los barrios periféricos.
Los empobrecidos barceloneses ya no somos dueños de nuestras calles ni protagonistas de nuestra cultura; como figurantes o convidados de piedra, presenciamos impotentes un interminable espectáculo diseñado para turistas y tontos del culo que, salvo en contadas ocasiones, poco o nada tienen que ver con nosotros.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Se llama Trinidad (mientras tanto)

Eran cerca las ocho cuando llegué al garito, y ya estaba allí. Sentada en la mesa del rincón, bajo la inmensa pantalla de televisión que solo funcionaba la noche de los sábados.
Cuarentona desconocida toma gin-tonic en un rincón a primera hora. Suenan los hermanos Allman (su directo en el Fillmore).
En la barra hay un tipo pequeño con greñas y patillas. Perilla igualmente jevi. Así que debe ser jueves.
-Amador, ponme una Voll que vengo nublado. Me ha parecido ver junto a la tele a una tía buena tomando un gin-tonic. Anoche debí fumar demasiado.
Amador asiente con la cabeza mientras saca una jarra fría del congelador. Cuando llega con la cerveza, en tono confidencial, me dice:
-Ha llegado nada más abrir. No es de por aquí. Ha pedido el pelotazo con cara de pocos amigos y se ha largado al rincón. No va de napia, porque lleva tres cuartos de hora sentada y todavía no ha pisado el tigre; y está pa darle matarile.
Me solía fiar de sus retratos robot. La barra tiene una perspectiva privilegiada, y, desde ella, los brillantes ojos de Amador, como un láser, barrían periódicamente toda la sala.
-Será una pantera en busca de niñato chulo y pastillero, aventuré.
-Me parece que no. Si fuera de ese palo estaría sentada en la barra. Además lleva un yin-yang en cada oreja –apuntó Amador.
-Una friki de rollo oriental; y cuarentona de buen ver… Tío, tengo que encontrar la manera de entrarle; que las de por aquí están más vistas que las series de sicópatas…
-Anda con ojo, que a esa edad están todas resabiadas, y con la premenopausia a veces suelen gastar muy mala leche -me advirtió, mientras me daba el cambio.
-¿Por qué no pones algo que le vaya bien? Un poco más rockero… La Velvet, por ejemplo. Un toque underground seguro que le cambia el humor.
Sin duda, por debajo de la incansable guitarra de Duane Allman, nos debía oír cuchichear, porque dejó de mirar a la pared y se removió inquieta durante unos pocos segundos…; después sacó el móvil y se refugió en alguna de sus aplicaciones. Lo utilizaba a modo de escudo, como yo hacía con los cigarrillos cuando me sentía vulnerable.
Salvo dos mechas que caían a ambos lados del rostro, llevaba el pelo recogido en un pequeño moño. Pelo castaño oscuro, ojos grandes del mismo color, la nariz posee una ligera curva árabe en la punta, labios de un rojo discreto, o quizá granate; entre las opacidades que proporcionaban la distancia y la escasa iluminación de la mesa rincón, era difícil de asegurar. Pechos medianos, que, tensando en su cúspide la tela de blusa, todavía mostraban su osadía con altivez juvenil.
Cuando empezó a sonar la Velvet cogí la cerveza y me senté en una mesa. Saqué la libreta y el bolígrafo. Había ganado unos metros…
Su aspecto, con ese aire cuidadosamente desaliñado, cantaba entre las viejas y deslucidas mesas; o quizá, como a una luciérnaga, la hacían resaltar en la yerma penumbra de su rincón.
Mientras reunía energías para entablar conversación, comencé a garabatear ideas… Tenía varios versos sueltos con los que especular y pensé que quizá podría aprovecharlos para hacerle un poema.
Ella parecía inmersa en lo suyo, pero no era del todo cierto. Varias veces, al apartar la vista de la libreta para pegar un trago, la sorprendí levantando un instante los ojos por encima del iPhone. El rincón es inexpugnable, hasta allí no llega la señal de internet ni de coña.
Era genial, estaba tonteando y aún no se había dado cuenta. O quizá era yo el que no se enteraba de nada, y no era el cazador, sino la presa. Sonaba mal, pero era mucho mejor para mis propósitos… Además, iba más apretada que los tornillos de un submarino. Un cuerpo de curvas serpenteantes y armoniosas, expectante y acurrucadito en un rincón con los ojos muy abiertos. Demasiado cinematográfico para ser casual. Había premeditación. Sin duda conocía el negocio.
Con gesto decidido, me acerqué hasta su mesa y le dije: Hola, me llamo Matías.
-Yo Trinidad, pero todos me llaman Noni –contestó alargando la mano para saludarme.
Sin tener en cuenta el gesto, me agaché y la besé en ambas mejillas.
-¿Has venido por lo de los jueves? –pregunté, al tiempo que me sentaba.
-¿Qué pasa los jueves? –preguntó divertida.
-Desde hace unos meses, todos los jueves se reúne aquí una conocida asociación de fumetas. Cada uno trae su maría, y hacen intercambios de esquejes, semillas, hierba. Fuman, charlan de cultivos…
Siempre viene gente que ha contactado con ellos por internet, y suelen sentarse a esperar hasta que alguien les pregunta. Sobre todo la peña que anda de paso por Barcelona.
-Ando de paso, pero no he venido por éso -respondió.
-Este local es únicamente para los socios. Así que si no eres socia ni te ha invitado alguien que lo sea…
-Éso lo vas a tener que hacer tú –contestó, sin dejarme terminar.
-Guapa, soy socio “honoris causa”. Está hecho desde que me senté contigo.
-Mario, eres un cabrón. Deja de tomarme el pelo, la libreta te ha delatado.
-Noni, la foto que me enviaste no te hace justicia, y desde lejos este rincón yace en la más absoluta de las tinieblas. No te he reconocido hasta que me he acercado. Lo siento, no he podido resistirme.
Juraría que habíamos quedado mañana.
-Sí, pero…
-¿Has venido ha reconocer el terreno? –atajé.
Luego, sin venir a cuento, le dije: No tengo nada en contra de los abogados, pero dos colegas míos lo son; y si los hubieras conocido hace veinticinco años no te dejarías defender por ellos por nada del mundo.
-Empiezo a pensar que no ha sido buena idea venir a Barcelona –comentó, con aíre de desencanto.
-Nada de eso –respondí-. Es una ciudad de rincones preciosos. Aunque las rutas turísticas son un muermo lleno de tópicos. Hasta tienen una ácrata.
Muy cerca de aquí está la pequeña plaza de “Las madres de la Plaza de mayo”. Allí, entre la fuente y la acera, hay una tapa de alcantarilla con una inscripción que nos recuerda que “Face”, el penúltimo día de agosto del 57, cayó muerto en una emboscada de la Guardia Civil.
Los hay que vienen fascinados por pasear por que la fue la calle más revolucionaria del mundo y se meten en un caudaloso rio humano donde son capaces de robarte las bragas sin quitarte los pantys… (Volvió a sonreír)
Barcelona se ha convertido en una ciudad escaparate, con decirte que, desde hace un año, en las zonas turísticas los feos se ven obligados a hacer los recados de noche para no estropear la imagen que tanto dinero le ha costado al consistorio, está dicho todo.
Ni el alcalde, que es gangoso y más feo que un cangrejo, se atreve a desafiar la estricta normativa. Así que cuando tiene algún acto público en esa zona manda siempre a alguna agraciada representante del municipio para que lo sustituya.
Afortunadamente, a nosotros no nos afecta ese precepto. Coge el bolso que nos largamos a dar una vuelta por ahí antes de que llegue la tribu canábica  y esto se convierta en una psicodélica cámara de gas.

viernes, 30 de septiembre de 2011

A propósito del arte

Los que piensen que eso de ser poeta es algo relajado, pletórico de flores y metáforas sublimes, de dulces amores platónicos, es que no conocen ese mundo.
En público me han dicho de todo menos guapo:
Escritor braguetero, baboso, calientabragas, cabrón, manipulador, fetichista…
En privado ha ido mejor, aunque ha habido de todo. Hubo una que, después de pasar un tórrido y, para mí, agotador fin de semana sin salir apenas del sobre -y en el que acabé medio ciego y tropezando con todo-, se fue a la comisaría de Aiguablava e intentó ponerme una denuncia por acoso simbólico.
Al parecer se sentía acosada por la oscura metáfora de uno de mis poemas. Menos mal que el mosso de turno era espabilado y enseguida llamó al médico de la comisaría, que la despachó en dos minutos con un volante para el psiquiatra.
U otra, que lo primero que me dijo después de que nos presentaran fue: Encanto, qué lástima haberte conocido esta noche, porque ahora mismo no tengo el chichi pa farolillos
¡Ay, las musas! Inefables, volubles, caprichosas, posesivas.
La musa, sin duda está sobrevalorada. Supongo que debe ser porque todavía no cobran derechos de autor, lo que hace que el poeta, a pesar de todo, les tenga cierto cariño, ya que su contribución al arte, a la lírica en general -al menos en ámbito económico-, sigue siendo desinteresada.
Al fin y al cabo tampoco hay guita que rascar. No hay poeta que se precie que no haya pasado más hambre que un perro chico. Así que tampoco es para tanto.
Aunque dicen que la vida siempre te acaba regalando un rayo de sol de vez en cuando. Hace siete años que espero mi turno y todavía no me ha tocado. Pero no pierdo la esperanza de que entre tanto despropósito se cuele algún día una bella flor silvestre que rompa la mala racha que llevo.
Sin duda debo ser un pésimo poeta, y como tal, tengo las musas que me merezco. Cruel destino el mío. 



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Esto que ven aquí, simboliza el núcleo fundamental que subyace en toda obra de arte.
Las bragas representan a las inefables y escurridizas fuerzas que gobiernan las caprichosas fuentes de la inspiración, y los bolígrafos juegan el papel de las energías creativas del artista.
El ketchup suplanta a los aditivos que, a modo de catalizador, muchos artistas usan para explorar los recónditos paisajes de su universo creativo 
El martillo personifica al impulso definitivo que fusiona los elementos simbólicos hasta convertirlos en lo que se suele llamar una obra de arte.

(A continuación se procede a anudar el paquete de bolígrafos con las bragas, éstas, se riegan con una generosa ración de ketchup, después se envuelve todo en un trozo de tela; entonces es cuando se agarra el martillo con energía y se machaca el hatillo resultante durante unos minutos. Acto seguido, se abre el envoltorio y se muestra al público.)

Como pueden observar, acabo de convertir unas bonitas bragas, un poco de salsa chunga y un paquete de bolígrafos de los chinos, en un amasijo pringoso que no significa absolutamente nada.
Con esta acción quería mostrar el riesgo implícito que conlleva todo arte.
¿Cómo distinguir pues, al cantamañanas que lo único que busca es inflar una personalidad enclenque a costa del arte, del artista verdadero?
Es muy sencillo, sólo hay que hacerle una pregunta: ¿Podrías vivir sin tocar, sin pintar, sin modelar, sin componer, sin escribir, etc.? Si la respuesta es no, estáis delante de un artista.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pa la Trini

Trini, necesito pedirte un favor. Como ya sabes, últimamente tengo bastante migraña. He pedido hora con el neurólogo y me la han dado para junio del año próximo. Tengo la migraña ahora, así que, mientras tanto, quería pedirte consejo. Dieta, alcohol, tabaco etc., en fin, si tienes información al respecto y me la puedes trasladar te quedaría muy agradecido.
A cambio, te adjunto una canción muy especial, una canción que Aute escribió, a modo de homenaje, a los últimos ejecutados por el franquismo.
El amor y la muerte, las dos caras de la moneda de la vida, magistralmente expresadas. Recuerdo perfectamente aquel dos marzo, recién cumplidos los diecisiete, en que asesinaron a Salvador; aquel día me hice adulto del todo. Ahora, creo que fue demasiado pronto, algo que pagué de sobra unos años más tarde.
Ya que estoy puesto, quisiera contarte niña como es la cosa… Según cuentan mis amig@s, tengo algo de Bukowsky, Burrouhgs, Sabina (un ligero toque canalla ochentero) y, sobre todo, de Kerouac.
Si bien la combinación literaria es, a mi gusto, inmejorable, quizá no lo sea tanto para la vida. No soy capaz de separarlas, llevan trenzadas muchos años; así ha de ser, y así será, y qué sea lo que dios quiera. Hacer otra cosa sería una falsificación que, seguramente, me privaría de escribir.
¿Arte u oficio? Quisiera ser lo primero.
Cuentan que la creación es el resultado de una carencia. Si esta afirmación está en lo cierto, cosa de la que estoy convencido, escribiré hasta el fin, contra más duela más escribiré, aunque las musas no colaboren ni pizca (allá ellas).
Ahora, que casi me conoces o puedes intuirme, te confesaré que soy un encanto de hombre casi todo el tiempo (por desgracia mis abuelas fallecieron hace siglos), no te dejes engañar por bravatas de gallo de corral, que, como ya sabes, también las tengo; entonces, tiro poco, pero a matar. Es mi sombra, y, a la manera budista durante la ceremonia del té, tengo que darle de comer de vez en cuando para que no se me subleve la condenada.
Aprovechando que no tengo ganas de dejarlo quisiera pedirte, a ti, que también eres mujer, consejo en un tema ultradelicado:
Verás Trini: Hace poco tuve un malentendido dialéctico con una guapa tocaya tuya, una tal Labajos. En resumen: ella se puso brava y yo gallito. Solo fue un malentendido y, aparentemente, todo está olvidado, pero me temo que le ha quedado mal sabor de boca, y quisiera tener un beau geste, que, a modo de elixir dental, se lo quitara.
Desgraciadamente, la idiosincrasia de las nativas de la provincia de Málaga se me escapa, solo he conocido más o menos bien a tres personas oriundas del lugar. Dos tenían muy malafolla y la otra era cojonuda. Tener una muestra tan poco representativa es como no tener nada, y no quiero arriesgarme a cagarla de nuevo. Tú eres de allí, por eso te pregunto: ¿Qué sería mejor? Yo había pensado en algún poema o cuento; porque, con el mal rollo que pilló, mandarle una motosierra podría ser el fin de los parques naturales de la zona. ¿Un cuento sobre el enano maricón que tocaba la guitarra? ¿El del viejo cojitranco y taciturno que, cuando aparece por el bar, nos mira y grita que cuidado con él; que ha sido espía y nos buscaremos una ruina? ¿O el de Julito, que se quedó colgado en segundo de matemáticas buscando la fórmula magistral que iba a arreglar el mundo?
Así estoy Trini, que no vivo venga a darle vueltas. ¿A ti qué te parece? ¿Quizá un poema bonito y con algo de morbo? ¿Una estampa barcelonesa? Una bombona de butano, al precio que se ha puesto, tampoco estaría mal. El cuento erótico me tienta, pero ahí me la juego a doble o nada. En ese terreno la experiencia me dice que o triunfas o te parten la boca; y sin embargo me gusta el riesgo. Luego, pienso que quizá ni se moleste en leerlo. Lo imprimirá, lo pasará por el triturador de documentos y, entre carcajadas, le pegará fuego con gasolina sin plomo, para después arrojar las cenizas en cualquier profunda sima de la sierra malagueña durante una de sus excursiones. ¿Crónica social? Ahí podría contarle la que hay liada en Hospital del Valle Hebrón, pero no viene al caso y pensaría que voy de listo.
¿Qué hago Trini? ¿Me la desnudo en una habitación de tonos cálidos y suaves, le doy un látigo y le pido que me sacuda? No vivo Trini, estoy que ni como ni duermo, globo p´arriba, globo p´abajo. ¿Paso de todo y que le den morcilla malagueña? Por mi madre que no vivo, no vivo.
En su último correo me mandó una espada de samurai escaneada, así que me temo lo peor… Es capaz de enviar a un experto en lucha oriental para que me explique detenidamente cómo las gastan las mujeres de tu tierra. ¿Crees que debería de ausentarme de mi domicilio habitual por un tiempo o pasar a la clandestinidad más absoluta? ¿Me estoy poniendo paranoico? ¿Existirá algún método infalible para aplacar las iras de las mujeres de tu tierra? ¡Qué marrón Trini, qué marrón!
Ni que decir tiene que tu colaboración sería inestimable para este espíritu atormentado, que, sin rubor, te ruega, qué digo te ruega, te suplica, lo ilumines en el difícil arte de comprender el alma de las malagueñas.


Un beso, y, de antemano, las gracias.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Orillas

Para mis ojos furtivos
la orilla más alejada,
noche de la mar amarga
por qué no traes hasta aquí
su rostro por las mañanas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Noni


Verte Noni
recorrerte a oscuras
arrinconarte contra una pared
despojarte de todo
sentirte temblar
en un olvidado callejón
(de tu ciudad o la mía)
despeinarte entre las sombras
mientras te apartas las bragas
a toda prisa
polvo de callejón y otoño.
Y tus ojos, antes serenos,
queman y aman,
tus ojos Noni ¡tus ojos!

martes, 6 de septiembre de 2011

Lectura S. Jordi 2011 (Casal de barri de Prosperitat)



Burroughs es uno de los máximos exponentes de la llamada generación Beat. Licenciado en literatura inglesa por la universidad de Harvard, de profunda cultura y personalidad sicótica, que ve espíritus y ama a los gatos.Utiliza en casi todas sus obras la técnica del corte –“cortar y pegar”, se diría en lenguaje cibernético– o del collage, tan empleada en la pintura.
Burroughs grababa al azar ese material aparentemente inconexo, escuchaba luego la cinta y la detenía en un punto para pasar a máquina una frase o varias. El segundo paso consistía en componer un texto doblando una de las páginas mecanografiadas e instalando la mitad en otra página “con la intención de alterar y expandir estados de conciencia en uno mismo y también en los lectores”.
Decía que las palabras “están vivas como animales, no les gusta que las enjaulen. Corten las páginas y dejen a las palabras en libertad”.
“El virus del poder –dijo el autor de Nova Express- se manifiesta a sí mismo de muchas maneras. En la construcción de armas nucleares, en prácticamente todos los sistemas existentes que procuran anular la libertad interior, es decir, controlarla. Se manifiesta en la extrema sordidez de la vida diaria en los países occidentales. Se manifiesta en la fealdad y la vulgaridad que vemos en las personas, y se manifiesta, por supuesto, en las enfermedades causadas por el virus. Por otra parte, los que resisten están en todas partes, pertenecen a todas las razas y naciones. El que resiste puede ser definido simplemente como un individuo que tiene conciencia del enemigo, de sus métodos operativos, y que está empeñado activamente en combatir a ese enemigo.”




Nova*


Que se oigan en todas partes mis últimas palabras. Que se oigan en todos los mundos mis últimas palabras. Oigan todos ustedes, sindicatos y gobiernos de la tierra. Y ustedes, autoridades que apañan negociados inmundos, concertados vaya uno a saber en qué letrinas, para apoderarse de lo que no es de ustedes. Para vender el suelo bajo los pies de los que no nacerán —
"Que no nos vean. No les digan qué estamos haciendo —”
¿Estas son las palabras de los omnipotentes directorios y sindicatos de la tierra?
Oigan: a todos ustedes me dirijo. Muestren sus cartas jugadores. Paguen todo, paguen todo, devuélvanlo todo. Jueguen todo, jueguen el resto. Para que todos vean. En Times Square. En Piccadilly.
"Prematuro. Prematuro. Danos un poco más de tiempo."
¿Tiempo para qué? ¿Para más mentiras? ¿Prematuro? ¿Prematuro para qué? Digo a todos que estas palabras no son prematuras. Estas palabras pueden ser demasiado tardías. Faltan minutos. Minutos para el objetivo enemigo —
"Archisecreto — Archivado — Para Uso del Directorio — La Élite — Los Iniciados —”
"Reúnan el estado de las noticias — Investiguen desde el estado hasta el autor. ¿Quién monopolizó el Amor, el Sexo y el Sueño? ¿Quién les quitó lo que es de ustedes? ¿Lo devolverán todo ahora? ¿Alguna vez han dado algo a cambio de nada? ¿Alguna vez han dado algo más de lo que tenían para dar? ¿Acaso no han vuelto a apoderarse de lo que habían dado cada vez que ha sido posible y siempre lo ha sido? Oigan: el Jardín de las Delicias que les prometen es una cloaca.
Lo único que ofrecen es una pantalla para ocultar su retirada de la colonia que han administrado de manera tan lamentable. Para ocultar los preparativos del viaje y no tener que pagar a los electores después de traicionarlos y venderlos. Cuando tengan lista la huida volarán este lugar.
El Plan D exigía la Exposición Total. Aviven en todas partes a los bobos. Muéstrenles la ruleta con trampa de Life-Time-Fortune. Ataquen el Estudio de la Realidad. Y reconquisten el universo. El Plan D se reformaba y cambiaba a medida que llegaban los informes de las patrullas eléctricas que husmeaban atravesando las calles y pantallas mentales de la tierra.
La Película de la Realidad cede y se comba como un muro de contención y el medidor de presión subía cada vez más. La aguja se acercaba a nova. Faltaban minutos. Tufo a metal quemado de guerra interplanetaria en las crudas calles del mediodía barridas por aullantes ráfagas de vidrio enemigas
Es una guerra de exterminio — Cambien las linguales — Corten las líneas de palabras — Hagan vibrar a los turistas — Puertas gratuitas — Foto cayendo — Palabra cayendo — Irrupción en el Cuarto Gris — Llamado a los guerrilleros de todas las naciones — Torres, abran fuego —
   
¿No se han dado cuenta de que algo está absorbiendo todo el sabor de los alimentos, todo el placer del sexo, todo el color de cuanto podemos ver? — Precisamente para crear la zona de baja presión que lleva a Nova —
   
La radiactividad puede absorberse hasta cierto punto, pero las agujas del reloj del radio giran siempre — Es el momento de irse — Sólo un torniquete —Pesado planeta.
Una sombra sólida interrumpió la blanca película del calor del mediodía — Honda explosión en la avenida - Busquen en todas partes - Mano muerta — Huesos fosforescentes — Punzadas de amputación.
Sin vacilar K9 dio la orden: "Suelten el Virus del Silencio — Cubran la zona" — Así fue como la Enfermedad del Silencio se esparció por el mundo a la velocidad de la luz — El resultado fue que muchos ciudadanos compuestos únicamente de palabra se volvieron monos de inmediato y anduvieron por las calles chillando y atacando a los transeúntes, que en muchos casos se volvieron monos cuando los atacó la Enfermedad del Silencio.
"Pensar en bloques de asociación en vez de palabras permite al operador utilizar los datos a la velocidad de la luz en la línea de asociación — Desde luego ciertos cambios son esenciales —”
El Fiscal General del Miedo anunció ayer el descubrimiento de que gritos de nepotismo podrían "formar un nuevo mineral nocivo para el Presidente”.
Los Abogados Biológicos deben ser escritores, es decir, únicamente los escritores están calificados, puesto que la función de un abogado consiste en crear hechos que puedan revelar el potencial biológico de su cliente — Uno de los primeros grandes abogados fue Franz Kafka, y sus alegatos todavía sirven de modelo.
“El Pibe subliminal” llegó y se encargó de todos los bares y cafés y tocadiscos automáticos de las ciudades de la tierra, e instaló transmisores de radio y micrófonos en cada bar, de manera que la música y la conversación de cada bar podían oírse en todos sus bares, y tenía en cada bar grabadores que registraban y funcionaban a intervalos arbitrarios, y sus agentes iban y venían con grabadores portátiles y le llevaban sonidos de la calle y conversaciones y música, y los pasaban a su grabador de modo que El Pibe llenó con oleadas, mareas y tornados de sonido todas las calles de ustedes y las orillas de todo lenguaje — Palabras de polvo flotaban en las calles de música rota, bocinazos de automóviles y perforadoras mecánicas — El Verbo roto y golpeado se retorció y explotó en humo.
Enormes tanques de inmersión comunitaria disuelven pueblos enteros en un concentrado único — Es más democrático de ese modo, ¿comprende usted? — Representación Biológica — Deposite su voto en los tanques — Aquí donde la carne circula en una bruma de neón y las tarjetas de identificación son vigiladas por perros eléctricos que resoplan una trémula excusa por su propia existencia.
La Operación Supresión de los Sentidos se lleva a cabo en silenciosos tanques de inmersión sin luz ni sonido, llenos con un cultivo de caldo de sal a la temperatura y la densidad del cuerpo humano.
Reúnan el estado de las noticias — Averigüen sobre el hospital.
El doctor se inclina de manera siniestra mientras secciona la arteria femoral del paciente...
(El paciente tiene una hemorragia... enfermera... Las pinzas... Rápido antes de que pierda a mi paciente)...
Hazlo otra vez... Entra... Sale... Bájate los pantalones... ¿Qué es eso? Enfermera... las pinzas... Córtelo... con las películas señor... estallando como fuegos de artificio señor... palabras de sexo y dolor señor... varíe la banda sonora señor... cambie la cinta señor…
He dicho que las técnicas esenciales de Nova son muy simples: consisten en crear y agravar conflictos.
"El Pibe Subliminal" se acaparó todas las calles del mundo — Coches patrulleros con torres blindadas giratorias, objetivos telescópicos y grabadores recogiendo sonidos e imágenes de la ciudad, coches por todas partes, por todas partes, más rápido, más rápido, corriendo por todas las calles, registrando, proyectando en paredes y ventanas gente y cielo.
Bueno, esta podría ser la mejor manera que conozco de decirles, y papeles crujiendo en los escritorios de la ciudad...


*Fragmentos de “Nova Express”, de William S. Burroughs.




Radios libres: Vagabundas de la FM


No sé en qué estarían pensando los responsables del Carrer cuando me encargaron este trabajo. Si lo que pretendían era un artículo al uso periodístico, es decir, una cronología descriptiva de este fenómeno comunicativo, que ya lleva algo más de treinta años en el dial barcelones, quizás no les complazca demasiado el resultado.
Al que esto suscribe, que ha estado implicado en una de ellas durante dos décadas, le gustaría ir algo más allá del montón de datos y fechas, accesibles para cualquiera con sólo meterse en la red.
Mucho ha llovido desde el cierre de Ona Lliure en 1979, y, a pesar de muchos, a pesar de la alegalidad, de la indefensión jurídica, de la precariedad técnica y económica, de los mareos de perdiz del director de turno del departamento responsable de estos temas, del hostigamiento (con beneplácito político en muchos casos) de radios comerciales sin licencia, algunas de estas emisoras se han hecho mayorcitas.
Ciertamente, la estrategia de “Ya os cansareis”, aplicada por la Generalitat después de que, a principios de los noventa, un juez ordenara la devolución de los equipos de transmisión secuestrados por la administración a radio Pica en la primavera de 1987, todavía no ha dado el resultado que buscaban.
Ahora, el amiguismo político que gestiona la extrema tolerancia con las radios comerciales que, sin licencia, comen del jugoso mercado publicitario barcelones a costa de ocupar frecuencias utilizadas durante años y años por estas pequeñas emisoras sin ánimo de lucro, parece ser la nueva estrategia para hacerlas desaparecer del panorama radiofónico.
Según cuenta la leyenda, el espectro radioeléctrico es un bien colectivo, pero, como en toda buena leyenda, la realidad es muy diferente. Es un camelo democrático, como el derecho a la vivienda o al trabajo, o quizá más, pues la libertad de expresión, es, según cuenta nuestra Carta Magna (que cada vez me recuerda más a una infantil misiva a los Reyes Magos), un derecho fundamental.
Pues bien, este bien tan escaso propiedad de todos está repleto de emisoras institucionales. Disponen de tantas frecuencias que, como en el caso de RNE, se ven obligados a numerarlas para que los oyentes las puedan distinguir. Otro tanto ocurre con las que dependen de la Generalitat, que, al menos, ha tenido el detalle de no numerarlas y se ha molestado en ponerle un nombre a cada una de las muchas de que dispone. Controlan, además, las radios municipales de ámbito exclusivamente local, que se reparten según el color político de turno.
Las comerciales de toda la vida pagan un jugoso canon que, según parece, les permite sobremodular (es decir, manipular el ancho de banda de la señal para ocupar más espacio del que realmente se necesita para emitir) y salir al aire con más potencia de la que tienen concedida.
En lo que queda del dial hay codazos. Se supone que existe un organismo que controla estas cosas, pero nunca he sabido a qué se dedican realmente.
Si no me equivoco, todas las radios libres de la ciudad comparten un cierto aíre itinerante. Debido al hostigamiento de radios institucionales y comerciales se han convertido en auténticas vagabundas de la FM. Saltando de un punto a otro del dial constantemente, desplazadas por estas emisoras. No hay radio libre que se precie que no haya sido evacuada a golpe de watios de la frecuencia que utilizaba.
La estrategia de muchas y pequeñas radios, que, debido a su bajo coste de instalación y mantenimiento, fue una de las principales razones de su rápida expansión, ha ido evolucionando debido a varios factores: la desaparición de muchas de ellas debido a la falta de recambio generacional, el debilitamiento de los movimientos sociales, la indefensión jurídica, los problemas económicos y, quizá el más importante, la saturación del espectro radioeléctrico, que hizo que dejaran de ser viables las estaciones de muy baja potencia.
Ha llovido mucho, las radios libres dejaron atrás los emisores autoconstruidos, los pequeños boletines contrainformativos quincenales, la lectura crítica de los medios convencionales como fórmula contrainformativa y se engancharon a la red como un piojo a una costura.
Hoy, ya disponen de un amplio abanico de fuentes de información alternativa, algo impensable hace veinte años. No sólo se nutren de esas fuentes, sino que, enviando a su vez a la red la información generada en la emisora, forman parte de ellas. Han ganado calidad, fiabilidad, vitalidad, espontaneidad, inmediatez y eficacia.
Curiosamente, los malos tiempos económicos y sociales parecen ser buenos tiempos para las radios libres. Aparece mucha más gente dispuesta a comprometerse, a realizar programas, a colaborar de una u otra manera.
Últimamente, las hemos podido ver acampadas en la Plaza de Catalunya, mostrando su indignación emitiendo algunas de las asambleas y haciendo entrevistas a los diversos colectivos que forman parte de lo que se ha venido a llamar Movimiento del 15-M.
A finales de julio del año pasado, con decenas de años de retraso, el silencio de los medios, y la fecha bien elegida para evitar el debate social sobre el tema, se presentó en el Parlament un proyecto de ley para regular el sector audiovisual sin ánimo de lucro, y mucho me temo que esta flamante ley sirva para marginar de nuevo a radios libres.
Desde aquí, les invito a que las busquen. Escriban en su buscador de Internet “radios libres”, y, partiendo de ahí, seguro que las encuentran. No tienen pérdida.

El nexo común a todas las emisoras libres que han nacido a lo largo de los años consiste en: el rechazo al monopolio de las ondas, la exigencia de emitir-expresarse libremente y practicar la comunicación bidireccional (emisor-receptor).

No dan voz a l@s indignad@s, están indignadas; y son disidentes, reivindicativas, heterogéneas, utópicas y, en ocasiones, estridentes. Generan su propia cultura y están dispuestas a casi todo por seguir adelante. Ésta, sería otra manera de definirlas.


martes, 30 de agosto de 2011

Calores

Estrella, ando tan caliente que, el otro día, cuando fui al Valle Hebrón para hacerme unos análisis, por poco me ingresan en la unidad de quemados.
Son las cuatro y media de la tarde y suena la Velvet Underground. El joven tono de voz del Lou de finales de los sesenta se expande y se lleva un poco del bochorno asfixiante. Ventanas abiertas, puertas abiertas. Calores y ausencias son un mal negocio, Estrella.
Huele a marihuana. Era mi último petardo, así que a partir de ahora no sé qué será de mí. Con un poco de hierba las ausencias son menos, pero la imaginación y los calores más.
“No existen ni la felicidad ni la paz”, me comentaba uno de mis personajes. Es un tío espabilado, por lo que supongo que debe tener razón. Aunque la felicidad es algo muy subjetivo. Cada uno ve la fiesta según le va, y ese pobre desgraciado lo tiene realmente chungo. Acaba de nacer y ya se está quejando, por lo que me temo que será un personaje muy humano.
El problema con los personajes es que van creciendo, mostrándose, hasta que un buen día tienen vida propia, y los hueles, y casi los puedes tocar. Así me asomo a tus ojos, a tus pechos, y hasta suena tu voz (puro asento del sur) mientras recorro tu piel con los labios al tiempo que te voy quitando la poca ropa que llevas; toda menos la corta faldita tejana, ésa te la arremango buscando tus bragas. Me pienso comer hasta la etiqueta, Estrella.
Desnuda quedas muy bien junto al mar, aunque en mi sofá azul no desentonarías. Toda una maja desnuda –con faldita arremangada- de Nou Barris para mi solito. De frente, de espaldas.
Escribo mirando de reojo hacía el sofá, un vistazo corto a tus curvas y al teclado de nuevo. Sé que sientes el calor de mi mirada cada vez que giro un poco la cabeza hacia la izquierda y, echada en el diván, lánguida y coqueta, te contemplo por un instante.
Acabo de hacer una pausa. He abierto la puerta del congelador y he metido la cabeza dentro. Es una vieja técnica para enfriar el pensamiento, aunque dudo mucho que esta vez de algún resultado.
Cuando vuelvo a asomar la mirada te recorres los pechos con un cubito de hielo. Te frotas los pezones con él, hasta que despiertan plenos y altivos. Entonces, bajando por el ombligo, despacio, muy despacio, llega al pubis, donde juega como un niño revoltoso hasta que, después de un gemido sureño, se pierde entre tus pliegues más femeninos y profundos. Sexo mojado, muslos mojados, todo un refresco. No es mala muerte para un cubito, es el mejor horno que conozco, y además completamente biológico.
Por cierto: ¿A ti cómo te va? ¿Qué tal la brisa? ¿Se te ha llevado un mal aíre?
Siento no haberte preguntado antes. A veces soy un maleducado, morena de bote.

martes, 21 de junio de 2011

En Àger

Los días fueron pasando pausados y pletóricos de paisajes y proyectos, que Alfonso me iba desgranando a medida que visitábamos un predio tras otro: aquí, iría la encina carrasca inoculada con el hongo de la trufa; en otro campo había que podar los olivos; el huerto se tenía que ampliar, extendiéndolo más allá de sus muros; y cuando llegase la temporada de la trufa, en compañía de la Flama -la perrita que creía estar jugando, cuando, en realidad, estaba en clase de FP-, que, para entonces, ya estaría adiestrada en la búsqueda del preciado hongo, entablaría, a la caza de la recóndita trufa, y compitiendo con los jabalís que pueblan la sierra, una dura batalla contra reloj por los campos sin dueño.
Demasiadas vainas para un tipo solo, pensé. Era su primer año en Àger, y todo aquello requería una planificación bien estudiada y un periodo de aprendizaje concienzudo y paciente, donde, además de los caprichos del clima, que no siempre se muestra benévolo con las personas que dependen de él, con toda seguridad, cometería errores que debería tener muy en cuenta en el futuro.
Estábamos a mediados de abril, así que, con las tareas previas a la siembra, era en el huerto donde concentraba la mayoría de sus afanes. Motocultor y azada por un tubo mientras Gemma y yo limpiábamos el cobertizo de largos años de olvido y desidia. Había jiña y rastrojo para aburrir. Rastrojo y jiña que fuimos amontonando en un prado contiguo hasta construir una enorme pirámide que, después de meterle candela, estuvo tres días consumiéndose a fuego lento.
Puse a germinar los cañamones de perejil que traje de Barcelona nada más llegar, y al atardecer, una vez en casa después de una jornada de huerto, tomando unos quintos y fumando algún que otro petardo, lo fui instruyendo en los cuidados que debería procurarles en las delicadas primeras fases de su desarrollo.
El atardecer del viernes coincidimos con Jandri en la tasca que hay junto a la comarcal. Tomaba cerveza y esperaba al Pestes, que venía del prepirineo de Huesca a pasar el fin de semana en Corçà. Las últimas lluvias habían tirado abajo uno de los muros del cobertizo de su casa, y el Pestes venía a echarle una mano.
Desde la terraza del bar observaba las evoluciones de los que saltaban, siempre  al atardecer, desde los despeñaderos más occidentales de la sierra. Como las rapaces, parapentes y alguna que otra ala delta ascendían y daban vueltas al compás de las térmicas. Giraban y giraban sin cesar en el cielo del valle hasta que acababan por tomar tierra en la explanada que hay frente al camping, justo unos cientos de metros delante de nosotros.
Tres tipos de Verdún y una chiquita de Sants, sentados en la terraza de un bar de Àger, esperaban a un fulano de Prosperitat que, en cuanto llegó, se tomó dos cervezas, se lió un canuto, y encendió atmósfera de la mesa mientras hablaba de una pata de jabalí atropellao y unas setas de primavera que había pillado en algún sombrío barranco de Huesca, todo a un tiempo y a toda pastilla.
-Son colmenillas, Alfonso –aseguró, cogiendo del brazo a éste, y mirando de reojo a una niñata que, embutida en un diminuto pantaloncito, paseaba el muslamen por entre la mesas de la terraza -. Hay que prepararlas antes de que se las tapiñen los gusanos –continuó, entre trago y trago-. Le irán de puta madre al estofado de jabalí. Ha pasado por el veterinario –añadió rápidamente al ver el semblante de duda que asomó en nuestras jetas.
¿Cómo anda el barrio? -me preguntó.
-Como siempre, pero l'Asosi cerró las puertas el mes pasado, y no hay perspectivas de que reaparezca a corto plazo. No les han renovado el contrato de alquiler, y últimamente íbamos cuatro gatos. Así que no sé qué pasará –le contesté. 
Me miró consternado al oír la noticia. Realmente era una putada. Sobre todo para mí, que pasaba por allí con Luís (el grower) casi todos los días. Un par de quintos y un petardito de rama. Una horita como mucho, pero bien aprovechada.
Poco después, dio un largo trago de Voll-Dam, y girando la cabeza hacia donde yo estaba e interrumpiendo la historia del atropello del desdichado jabalí, que había comenzado a contar tres minutos antes, volvió a preguntar: ¿Y a ti cómo te va?
-Escribiendo. La verdad es que nunca me da por hacer algo que dé dinero. En un país como el nuestro, donde lo más leído es el catálogo del Ikea, no hay ninguna posibilidad de comerse una rosca con cuentos cortos. Calderilla. Un articulito de higos a brevas y algún bolo literario de vez en cuando –respondí, con acento resignado.
Apuramos las últimas cervezas mientras el perfil de la sierra, devorado por las sombras a medida que la luz desaparecía tras sus estribaciones oscenses, se fue desdibujando hasta desaparecer.
Arrebatado de estrellas, el negro firmamento se fue adueñando lentamente del paisaje al tiempo que encarábamos el carrer de la Font haciendo planes para el día siguiente.

jueves, 9 de junio de 2011

Aniversario

Este mes cumple cuatro años el día que nos conocimos. No sé si lo recuerdas, pero fue viéndote bailar una danza triste que llamaste mi atención: ¿Qué se escondía tras ese círculo sin fin de muerte y resurrección?  ¿Tras esos bonitos y cambiantes ojos?  ¿Tras el corto e intermitente vuelo del ave malherida? 
Yo, de convaleciente en franca y lenta recuperación, y tú en una noria sin fin. Andaba entonces perplejo ante mi incapacidad de corregir mi primer y caótico libro. Gramática y ortografía se habían dispersado en los recovecos más profundos de lo inconsciente, y solo el tiempo y el esfuerzo llegarían a corregir esta disfunción emocional. Escribía ya otras cosas, y observaba de soslayo cómo mi aterradora experiencia iba quedándose atrás, y otras luces, otras emociones, iban sustituyendo a las aterradoras imágenes de “Ruido de Fondo”, que fueron perdiendo intensidad a medida que ¡vete a saber por qué! emborronaba folios con cuentos cortos para amores imposibles y escenas barriobajeras de mi juventud. 
Y a veces te preguntas por qué sigo queriendo verte. Mi menda también lo hace, y siempre busca razones; sinceramente, creo que no las hay. También en el corazón anida un pedacito de la sinrazón humana.
Recuerdo tus dos caras: la víctima permanente asustada de sí misma que intenta alejar sus sentimientos de culpa haciendo responsables a los demás del resultado de sus acciones; y la de madura adolescente, que, temerosa y ardiente, viene a por caricias de hombre. 
Supongo que es tu fuego adolescente lo que me enrolla. Ese fin de semana donde todo gira en torno a una cama. La niña mala a la que hay que dar una lección que olvidará en cuanto salga por la puerta. Mi chica del revés, bella y partida en dos… Ese contradictorio paisaje donde, a qué engañarnos, pesa más la hembra inacabable de noches desenfrenadas, de amor sin fin, que la brujita perversa que alimentas. 
Tengo catalogados tus improperios telefónicos. Casi todos son clásicos latinoamericanos, ni asomo de arte en ellos; aunque, todo hay que decirlo, han enriquecido mi vocabulario cotidiano. 
Radiante y fugaz, como los fuegos de artificio, te contemplo y te disfruto, te lamo y te penetro, me muero y resucito; así te tengo, te gozo y delimito.
Olvidada en un rincón te imagino. Me subleva esa imagen que no puedo romper, ese callejón oscuro, ese pozo  profundo y solitario que tanto habitas, y, a veces, pienso en trenzar una bella cuerda de palabras, lanzarla a lo más profundo de tu corazón y regresarte. Construir un bello hilo de Ariadna que te rescate del Minotauro que todo todos llevamos dentro, y poder así, verte sonreír al aire de mi mirada. Pero solo construyo hilos frágiles que acaban por devolverte a lo profundo. Incapaz de trenzar un resistente cabo marinero, donde pudieras asirte para siempre, me siento; y solo puedo entregarte un deshilvanado y frágil filamento, a todas luces insuficiente para rescatar al escalador de su destino.
Y un montón de hojas arrugadas llenan la papelera.

miércoles, 1 de junio de 2011

Postales del Montsec

El culo del mundo. La antesala de la nada.
Tres bares restaurante, dos pequeños colmados (uno con estanco), dos escuelas de vuelo, una pequeña oficina bancaria, y la residencia de ancianos frente al balcón, donde han tenido el fino detalle de, justo en la planta baja, debajo de sus pies literalmente, construirles el tanatorio. Y al otro lado de la comarcal, a medio camino de los enormes despeñaderos de la sierra, un camping, ahora desolado por la ausencia de campistas.
Unos cientos de habitantes los fines de semana, y en verano verdaderas invasiones de adictos a la adrenalina en busca de deportes de riesgo.
En todo eso pensaba la primera noche, asomado en el balcón, desde donde, iluminada levemente por el cuarto creciente, se veía casi toda la sierra. Entonces lo sentí por primera vez. El hondo silencio del valle llegó desde el este y absorbió Àger.

Alfonso pertenece al colectivo de personas inquietas, hiperactivas. Esas personas que andan constantemente de aquí para allá, hasta que, de golpe, se les agotan las pilas y caen desplomadas en el sofá. Es de pila alcalina. Yo soy de pila convencional, tengo menos energía y, aunque procuro administrarla bien, voy siempre con menos de media carga.

A Gemma apenas si la había visto de refilón un par de veces cuando vivían en Barna. Habíamos cruzado saludos y poco más. Animalista y vegetariana, morena, bien parecida, de ojos oscuros, mirada tímida y curiosa, gesto juvenil y felino, suave y pausado el caminar, y, como a casi todas las de su género, le encanta refunfuñar de vez en cuando.

Dos momentos impagables desde el balcón: el cigarro solitario avanzada la noche. El silencio acariciador del valle, profundo y sólido como una roca. Un silencio sepulcral que rompía cada pocos minutos el intermitente croar de una rana que, frente al balcón, cien metros más abajo, junto al pequeño arroyo que manaba de la fuente de Áger, parecía estar buscando rollo; y el del amanecer, cuando el silencio comienza a replegarse hacía lo más alto de sierra, y el sol, dándome en el rostro, despunta en el horizonte mientras un lejano taconeo femenino, bajando rítmicamente por el carrer de la Font, acaba con el silencio. Y una mujer vestida blanco llega solitaria hasta la puerta de la residencia de ancianos y se detiene justo delante de la entrada. Parece buscar algo en un pequeño bolso negro… hasta que saca una llave y abre la puerta principal.

En la ladera sur de la colina de Àger el huerto -ocho por doce metros de buena tierra-, que abierto por el sur -donde se acaba la terraza-, y rodeado de un muro de piedra el resto del perímetro, soleado y fértil parecía reclamar su rescate del olvido.

En la rambla: cafeterías, tiendas, tenderetes, plantel, mossos d'escuadra y montones de  bragas de mercadillo caminando de puesto en puesto. Siempre me han gustado las bragas de mercadillo, sobre todo si se mueven. Tremp a media mañana.

martes, 24 de mayo de 2011

Noni

Noni: ¿Por qué te llamarán así? ¿Serás familia lejana del Nani? ¿O fuiste niñera en alguna otra reencarnación? Todo es posible, las pistas que se dejan en el ciberespacio suelen ser poco o nada fiables. No es que no me fíe de ti, entiéndeme.
Tiempo y letras para quién lo vale. Y te huelo y te presiento.
Barcelona, malagueña virtual, es una ciudad creativa y marinera, llena de derrotados que llevan su mal fario con todo el garbo que pueden o les dejan.
Recuerdo con añoranza mi Barcelona vivida. El barrio rodeado de descampados donde yo soñaba praderas de oeste con indios emboscados detrás de cualquier matorral.
Sin coches, mi calle acababa en la riera de Canyelles (un pequeño barranco atravesado por dos puentes). El futuro nos trajo un barrio nuevo cuando taparon la riera y construyeron el parque de La Guineueta.
El barrio chino de mis 20 años era fascinante. Ahora, con la nueva Rambla del Raval, se han perdido calles y callejas cargadas de luces de neón, de vida, de sueños y miseria.
La Barceloneta ha perdido parte de su familiaridad, pero sigue estando llena de mar y turistas guapas.
Te imagino con poca ropa y un sombrero años cincuenta, caminando por el Paseo Marítimo, un amanecer de la verbena de Sant Joan. La gente comienza a despejar las playas, y el sol trae consigo una brisa húmeda y caliente cargada de una añoranza que te devuelve a la niñez.
Aunque, quizá, a tí te gustaría más un amanecer en Cadaqués. No. Te gustaría más en el Cap de Creus, entre las mágicas piedras donde antaño las brujas te leían el destino en el rugir del viento por entre los agujeros de las fantasmagóricas formas de la piedra, que desafían, desde el amanecer de los tiempos, los furiosos embates de la Tramuntana.
Te imagino medio mora, tierna y visceral. No es verdad, no reúnes tantos tópicos. ¿Una enteradilla de casa bien y vida cómoda? Tampoco. Guapa malagueña seguro. Quizá, aunque duermes mucho y bien, sueñas poco y mal.
La vida en los juzgados es una cloaca. Sólo he estado una vez, además me dieron el papel más chungo en aquella función, el de quien se va a comer el marrón. Cosas de juventud. Nada serio, dos años en condicional. ¿Lo llevas bien? Sinceramente, con un poco de meditación y algo linimento en los tobillos puedes seguir años allí. Debe ser duro vivir entre conflictos que no son los tuyos.
La Sagrada Familia en realidad no existe. No es mas que un camelo para atraer a orientales despistados. Creen estar viendo una basílica, pero en realidad solo es una proyección 3D de la factoría de Disney. Esta información es clasificada. Si se enteran de que me he ido de la lengua caerá sobre mí todo el peso de la normativa cívica, así que espero la discreción que el caso requiere.
En el casco viejo, entre las grietas milenarias de la vieja muralla, como si de un pistolero de la FAI se tratara, se esconde parte la historia de la ciudad. Tiros y emboscadas. Las carreras resuenan en el empedrado. Una explosión. Dos anarquistas muertos y un policía herido de gravedad.
Pegada a mi barrio como una amante posesiva, la Collserola de mi infancia aún existe, y por ella camino, y de vez en cuando me contemplo de niño, trepando por los pinos a la caza piñones o nidos, o cortando una rama para conseguir una horquilla de madera para el tirachinas. Ahora paseo jugando con palabras, buscando, siempre buscando. Y a la vuelta, el mar se huele o se presiente, está ahí detrás, justo después del próximo recodo.
Peinarte sentada en una terraza que mira al mar, mientras los barcos se desplazan lánguidamente por los entresijos del puerto, quizá te gustara, pero no sería una novedad para una andaluza marinera. Una lástima, era una buena baza.
¿Hacerte un poema o contarte un cuento? Me niego en redondo a la literatura utilitarista… pero… siempre hay un pero…
La piedra del Casc Antic la desdentaron cuando sustituyeron el adoquinado, pero sus muros siguen mostrado mordiscos de balas de otros tiempos. Las chiquitas que pasean por allí son lo mejor. Curiosas, te preguntan por alguno de sus palacios. Entonces te inventas una historia nueva y reluciente que no acaban de comprender desde su castellano breve. Las más jóvenes y alternativas suelen preguntar sobre la guerra civil o los años de plomo. Ahí, poniendo la pasión y el entusiasmo que el tema requiere, me puedo estirar bastante más.
Desde esta orilla recuerdo Alborán… es como tenerte cerca. Busco tu cuerpo entre las ondas, pero solo hay fotografías flotando en el agua.

jueves, 19 de mayo de 2011

Duda

“Poco pan para tanto chorizo”. El eslogan me llega por el feisbuc. No a los políticos. No, a los medios de comunicación convencionales. No, a la democracia de pastel que sufrimos. No a la banca.
Algo que los jóvenes de la transición ya decíamos. Nunca he votado, y jamás  he participado en una mani en la que convocasen Comisiones y/o Ugeté. Ahora, con la acampada en la Pl. Catalunya, con las élites políticas y los enteradillos de los medios desconcertados, lo he de confesar: poner una rodaja de chorizo dentro de un sobre y lanzarlo dentro de una urna me tienta. ¿Estaré renunciando a mis principios?

martes, 10 de mayo de 2011

L'Asosi

Jevi, radical, barriobajero, disipado, oscuro, desnortado, idealista, febril, dislocado, gris, bullanguero, descarado, inquieto, suspicaz, genial, atolondrado, siempre humeante, fumigado. Real, o quizá solo imaginado.
A mediados de marzo, y después de diez años, nos dijo adiós l`Asosi.
Deja un hueco que va a ser muy difícil de llenar. Los Inmortales deben andar moribundos buscando un garito donde seguir realizando sus oscuros y diabólicos sortilegios.
¿Adónde puede ir un tipo como yo las amuermantes tardes dominicales ahora que las negras y batientes puertas del local de la calle Boada se han cerrado?
Allí, el que esto suscribe, fumaba, elucubraba historias inverosímiles, admiraba a las jovencitas, engullía alguna que otra cerveza, tomaba apuntes buscando personajes poco convencionales y, entre guitarras de barrio y una espesa y blanquecina niebla merodeando siempre a su alrededor, seguía fumando.
Fui cliente pertinaz durante los últimos siete u ocho años. Cliente tempranero y breve, pero de una constancia casi militante, al que le gustaba pasear la mirada por las escasas y deslucidas mesas los días en que, a causa de alguna extraña circunstancia, amainaba la espesa niebla interior, haciendo posible llevar a cabo tal hazaña.
Y detrás de la barra, un suspicaz grandullón con greñas, o uno bajito de tez lechosa, coleta y gorra de visera por montera, o quizá, otro día, un tipo moreno, pequeño e inquieto, de ojos brillantes, sonrisa amplia y greñas y perilla jevis.
Imposible recordar todas las caras, todas las sonrisas, que, durante las otoñales y aromáticas Jornadas Verdes, cata tras cata se adueñaban toda una semana de todos los rostros. Mucho humo, mucho zumo…
Su banda sonora, basculando entre AC DC, Los Ramones, Rosendo… y temas canallas de casi todos los estilos, sigue sonando en mi memoria.
El núcleo creativo, radical y anarquizante, germen de l'Asosi, parece haberse ido diluyendo con el paso de los años. Aunque quisiera equivocarme, y poder, dentro de un tiempo, recobrar aquella añorada atmósfera en algún otro lugar.
Todavía hoy, cuando, huyendo por un rato del jolgorio inacabable de la plaza, mis despistados pasos me llevan a darme de bruces contra su metálica y gris persiana, me acuerdo de una pequeña barra, donde, en una esquina, sentado como una esfinge en una alta silla, y apoyando la espalda contra la pared por si acaso, había siempre un tipo gordito y con gafas jugando a los dados.

martes, 3 de mayo de 2011

Àger*

“Cuando culminemos el puerto podrás ver el valle”, me dijo Jandri.
Atardecía cuando, tras cruzar el Segre por Balaguer, encarábamos la lenta subida al puerto que dejaba atrás la llanura de Lleida, los monótonos campos de cereal y los enjaulados cultivos de fruta, que, alineados con pericia militar y ensartados cara al sol en interminables hileras de alambre, habían adornado las ventanillas del coche durante muchos kilómetros.
El paisaje se levantaba y ondulaba a medida que Balaguer se alejaba por la  C-12 y los cultivos se vestían de secano mientras avanzábamos camino del puerto. La encina carrasca se hizo omnipresente poco antes de que Jandri me anunciara la llegada del valle.
Dejaba atrás una larga, improductiva y frustrante temporada barcelonesa cargada de tedio, con salud regular y ánimo marchito y cansado.
El prepirineo se alzaba orgulloso unos minutos más adelante, y yo, como siempre que iba a su encuentro, imaginaba entonces al maqui solitario agazapado entre las altas peñas de la sierra del Montsec, esperando al resto de la partida…
Prácticamente me había pasado casi todo el camino pensando en el texto de Borroughs que preparaba como cierre de la lectura que teníamos prevista Riot y yo para un S. Jordi atípico en el Casal. Debía, en aquellos escasos dos folios y pico, recortar y pegar un texto demoledor. Tan demoledor como una primera lectura adolescente del “Almuerzo desnudo”, y acorde con los tiempos de guerra y radiación que vivimos. Corrupción, codicia, miseria, mentiras… bambalinas y largas colas de parados de mirada sombría y gesto caído…
Había elegido unos fragmentos de “Nova Expres”, y buscaba en ellos la combinación precisa para mis propósitos: Un encadenamiento de palabras que sacudiesen la imaginación de los asistentes, dándoles así, una sucinta pero eficaz visión del universo del viejo Bull Lee. Un aullido en la noche radioactiva de Japón, que los dejara atónitos y clavados en sus sillas durante cinco minutos, tiempo más que suficiente para mostrarles un pequeño fragmento de la caótica vida de mierda en la que quieren que vivamos. Mierda occidental de tercera proyectada en todas las pantallas, y en todas partes bobos y pantallas…
Huía de la ciudad, y sin embargo, llevaba en la maleta un libro de Paul Auster, su “Trilogía de Nueva York”  Una paranoia urbana a más no poder, y además por triplicado ¿Miedo a la abstinencia? ¿Masoquismo? Era mi primer libro de Auster. No podía dejarlo en casa a medias, así que, como si fuera una mascota o un talismán, viajó conmigo al Montsec.
La carretera comenzó a caer cuando lo vi por primera vez: atrapado entre sierras al norte y al sur, y cortado entre pantanos por levante y poniente, y en el centro, retrepado en una breve colina de la falda del Montsec, el pueblo de Áger desafiando a los altos farallones de la sierra, que ceñían por el norte todo el valle.
Jandri entonces redujo un poco la velocidad y me miró inquisitivo por un instante. Sus ojos parecían preguntar: ¿Y bien?
Un bello y pedregoso jardín entre agrestes y resecas montañas de monte bajo y encina cascarra –le respondo ahora.
Él vive en Corçà, un diminuto pueblo con el embalse de Canellas a sus pies,
recortado en un risco que cierra el valle por el noroeste unos pocos kilómetros después de Àger.
Aparcamos en el carrer de la Font, a escasos metros del lugar donde pasaría los próximos días, y me preguntaba, mientras sacaba mis escasos bultos del maletero, cómo estaría mi viejo amigo, enfrascado como andaba en un montón de trabajos que no había tenido que ejercer nunca. ¿Acabará deslomado, o le pondrá algo de mesura a sus esfuerzos? No era capaz de imaginarme a Alfonso haciendo de payés.
Sin duda, los requiebros que a veces da la vida nos empujan por senderos insospechados. Si hace treinta años alguien le hubiera dicho que acabaría cavando un huerto se habría pegado con él.
Subiendo las escaleras camino del segundo piso, el sordo y atronador ruido de la lejana urbe que había dejado atrás se fue disipando escalón tras escalón, hasta que Jandri, que iba delante, tocó al timbre. Ya estaba en Àger.



*Continuará...