martes, 30 de junio de 2009

Golpe de mar

Sólo oír tu voz por teléfono mojo las bragas”.
Me sorprendió tanta sinceridad. No era su fuerte la sinceridad, pero, por algún motivo que no alcanzo a comprender, en aquella ocasión me lo pareció. Quizá porque era la primera vez que una mujer me decía algo semejante.
Sea como sea, la frase me llenó de satisfacción, sobre todo por el tono en el que fue dicha. Solía mentirme sin necesidad, pero aquella vez, seguramente por lo halagador que era, decidí creerla.
Después de casi dos meses sin vernos, probablemente por algún oscuro y femenino capricho hormonal, y aunque nuestra relación durara el tiempo justo de venir por casa a quitarse el calentón acumulado durante ese tiempo, me gustó que me lo dijera, era un buen comienzo.
Si la intención era ponerme cachondo lo consiguió.
Fóllatela bien, que la ocasión la pintan calva y trae hambre de meses, me dije (mientras encendía el calentador de agua). Quería que se me follara en la ducha.
-Calentona, eres una calentona de miedo, y hoy estás de suerte. Vamos a joder hasta que pidas socorro. Me pones guapa. Me pones, y hoy no te salva ni todo el cuerpo de bomberos. Voy a desconectar el teléfono y tiraré la llave de casa por la ventana. Me voy a cobrar la ausencia -le comencé a largar el monólogo mientras me iba desnudando y la miraba con cara de luna.
Quiero que te quites las bragas y me las des. He de comprobar si es cierto lo que has dicho –continué, desabrochándole el pantalón y tirando de la cremallera hacia abajo.
No había mentido, pude comprobarlo. Venía mojada, muy mojada.
-Me voy a cobrar toda la carne que me debes en una noche. Más vale que espabiles. Hazte a la idea mientras me ducho, porque hoy te vas a enterar de lo que vale un peine. El peine de tus eróticos rizos.
Lo tienes claro taoísta de pacotilla –proseguí. Me he preparado. Las dos últimas semanas las he dedicado a releer, o mejor, a aprehender, a fondo, el libro del arte de la guerra de Tzu.
Ese afán de poder que arrastras (ocasionado con toda seguridad por algún trauma infantil) me la trae floja, me la suda del todo.
Y en cuanto a esos novios que dices tener –le largué a voces desde la ducha- no le sirven de nada a una mujer de verdad. Son unos menguados, unos meapilas, y están todos medio capados de nacimiento; no son capaces ni de satisfacerse a si mismos.
Cuanto más rizado traes el pelo del coño más caliente vas. Soy un lince para estas cosas gatita, un lince.
No quiero polvitos de risa. Aquí, o vienes en plan tigresa hambrienta, o mejor no vengas, porque lo que me gusta es devorarte sin compasión.
Paso de mariconadas, que lo sepas. Lo que no quita para que haya lavado las bragas que te dejaste la última vez. Estaban pringadísimas, y puesto que me sentía en parte responsable, fue un placer muy masculino lavártelas a mano. Las mismas manos que tanto jugo le sacaron a tus encantos la última vez.
Ni se te ocurra abrir la boca. No digas nada de nada, porque te juegas los mejores polvos de tu vida. No estoy para hostias. Voy más quemado que la moto de un jipi y me sé todas tus historias. No me creo nada.
-Bueno…bueno, -la oí murmurar con una vocecilla lejana y enclenque.
Anda mujer, no seas tonta. Vente a la ducha, que quiero recorrer tu geografía con gel. Después del baño te voy a sacar brillo. He comprado una garrafa de cinco litros de ese aceite de almendras que tanto te gusta y los vamos a gastar todos esta noche.
Te voy a quitar esos celos raros que tienes.
A base de polvos y mordiscos, te voy dejar sin la tontería crónica que arrastras de toda la vida.
(Le iba largando mi perorata mientras -en segundo plano- pensaba como me gustaría que todo fuese de otra manera.)
Si alguien te llena, te atrae de verdad, es muy frustrante agarrarla de refilón, cuando, lógicamente, lo que procede es pillarla de lleno. Sucede muy pocas veces en la vida, y desaprovecharlas es un atentado a nuestra naturaleza.
Renunciar es de cobardes, pero insistir…, puede llegar a ponerte una denuncia si se cruza y malinterpreta algo. Conozco casos. Aunque esté pidiendo guerra a gritos es imposible no pensar en ello. Pero… al mismo tiempo, mi razón también me decía: En el fondo sólo quiere amor, un poco de amor, y tú tienes de sobra, y es bonita y te gusta, y francesa Mario, es francesa”.
Oigo como se cierra de un golpe la puerta del baño, un instante después, se mete en la ducha con los ojos bajos. La apreto muy fuerte contra mí mientras el agua tibia comienza a caer, entonces, le digo suavemente al oído: sabes gatita, a veces, el amor es un brusco golpe de mar.

lunes, 29 de junio de 2009

Espejos

Y si algún día,
al mirarte
en el espejo
me recuerdas,
piensa que mi
espejo no te olvida,
sólo tu llamada
los separa,
pues mis ojos
tristes van
sin ver los tuyos.
Y si la vida,
esperando tu voz,
un mal día
de mí escapa,
has de saber
bella mujer,
que mis ojos
mirarán a tu mirada,
y mi voz
dirá tu nombre,
será la última palabra.

viernes, 26 de junio de 2009

Duele el mes de abril

Duele el mes de abril
el recuerdo del vértigo
el abismo de mi mismo
duele la mirada
todo duele
salvo la luna de tus ojos
un perfil de poeta en un candil
ruido de fondo.

jueves, 25 de junio de 2009

Instante

En ese instante,
la niña mira
sin verse la mirada,
entonces, el amante,
sólo es miedo al desamor,
la vieja sombra
oculta en el espejo.

martes, 23 de junio de 2009

Boj

Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino.
C. G. Jung. Encuentro con la sombra. Pág. 7.


Aquella calurosa tarde intentaba recordar. Miraba atrás, hacia aquél insondable abismo. Ha pasado mucho tiempo. Demasiado tiempo desde todo aquello, además, a mí, es al único que realmente le importó algo la pérdida.
Salimos del callejón cagando leches y cruzamos el descampado mirando siempre hacia delante, rápido, muy rápido. Aquellos cabrones nos la jugaron un año antes y los jodimos bien, fue nuestra noche.
Antonio, Juanita y yo, éramos amigos de casi toda la vida. Pasamos todos por lo mismo con algún tiempo de diferencia entre unos y otros.
La adicción es una negra y sutil sombra cuando asoma la primera vez, pero se acaba convirtiendo en un pozo abisal. En cuanto te das cuenta de eso, ya no juega coqueta contigo, se ha apoderado de ti.
Para entonces parece que le has cogido cariño. Da la sensación que la cuidas y alimentas como a un amor fatal. Con plena conciencia que tu vida ya no será nunca la misma sin ella y sin saber realmente si el mundo que abandonaste seguirá allí donde sé quedó, donde lo dejaste.
Da miedo enfrentarse de nuevo al mundo, a las cosas cotidianas, a la vida sin esa novia egoísta, totalitaria, mortal, con esa siniestra cualidad de poder matarte bastante antes de eliminarte físicamente.
Las preocupaciones y rutinas del día a día pueden ser un muermo muy deprimente, sobre todo, si has vivido muchos momentos intensamente. Las emociones, las putas, fuertes y vigorosas emociones vividas te pueden perseguir por muchos, muchos años.
Hablamos de Burroughs mientras nos chutamos las primeras veces, con Lou Reed a toda máquina. De cómo relata su descenso al infierno, de su aguda critica al podrido stablishment de la sociedad norteamericana. De su aversión a los puercos sabuesos de la “estupa” en particular, al estado, y la policía en general.
Quizá fue entonces cuando algo sé clavó en mí inconsciente, y en cuanto tuve una oportunidad, creé mi propio infierno. Un infierno menos viajero en kilómetros, pero no en intensidad.
Juanita era bien parecida, de mediana estatura, con unos bonitos pechos, de los que solía presumir cuando ocasionalmente nos veíamos a solas. El pelo, con alguna distraída mecha de color. Ojos grandes, algo rasgados y muy expresivos, guardados celosamente detrás de sus tupidas y largas pestañas.
Rebullía en el amor, donde, era sensible, cariñosa, imaginativa y apasionada. De hablar pausado y dulce, con un cálido acento cuando se sentía sola y asustada.
Su incapacidad para salir del mundo donde voluntariamente se sumergió, y quedó atrapada hasta el fin de sus días, la persiguió siempre. Consciente de estar abocada a morir prematuramente, pero incapaz de encontrar la salida definitiva de aquél laberinto.
Antonio era alto y delgado, de una delgadez algo enfermiza, con los cabellos de un tono rubio rojizo. Algo pecoso, inteligente y con gran sentido del humor.
A veces era terrible estar con él. Siempre acababa liándote para pillar algo.
Pasaba por mí casa y me contaba: “tío no puedo, se me van los pies solos”. Sus pies tenían un errático y destructivo piloto automático, lo llevaban siempre donde no debía, y siempre, acababa por liar a algún amigo.
Era su manera de huir de la profunda soledad en que la vivió sus últimos años.
Una soledad de adicto. La peor que yo he conocido.
Sinceramente deseo que, allí donde esté, haya camellos legales.
Les metimos aquella noche, les dimos lo que se había buscado y algo de propina. Los sirlamos, ni la ropa les dejamos. Los liamos con el cuento de probar un material nuevo que partía con todo.
Los llevamos a la vieja masía abandonada, donde previamente habíamos escondido tres buenos bastones de boj, traídos exprofeso de nuestra última excursión al pirineo.
Fue un placer darles la paliza que se habían buscado un año atrás, además, tuvimos el detalle de hacerlo con madera de primera calidad, escogida con toda ilusión.
Con los primeros golpes estaba todo hecho, pero continuamos, les seguimos dando estopa hasta que nos cansamos, ni siquiera se acordaban de nosotros, de la pirula que acabó con Antonio en el hospital, con Juanita y conmigo en cama, hechos polvo tres días.
Después de dejarlos con la somanta de su vida y seguros de su larga recuperación, en el mejor de los casos, llamamos a la policía y les contamos que se oían ruidos y gritos en la vieja masía. Los tres estaban buscados por varios asuntos, una muerte incluso.
Pillamos el colocón del siglo a costa de tres tipos duros que decían comérselo todo, nos reímos toda la noche. El que más rió fue Antonio. Sentados en mi casa, entre calientes de coñac, algo de coca y un montón de caballo.
Juanita, que aquella noche estaba particularmente alegre, se lo hizo con los dos.
Todavía me rió cuando voy al monte y paseo entre los arbustos de boj.
De los tres, sólo yo sigo en el mundo, a ellos se los acabó llevando la vida que no supieron, o no quisieron, dejar a tiempo.
La vieja masía aún existe, sigue siendo refugio de yonquis y alcohólicos vagabundos, veinte años mas destartalada.
A veces, en alguno de mis paseos, paso cerca de aquél oscuro montón de ruinas que aun se aguanta en pie.
Entonces los vuelvo a ver, ella sonriendo, bailando a nuestro alrededor, con aquellas piernas que todavía aparecen en mis sueños de tanto en tanto. Antonio hace chistes de camellos chungos, mientras yo, ensimismado y ciego, les contaba que nunca sería capaz de escribir nada.

lunes, 22 de junio de 2009

Un lugar

Conozco un lugar,
donde el olvido
y la memoria
se hermanan,
donde nada
prevalece,
donde, deseos
y realidad,
se funden y
reinventan.
Allí, soñé
mis tinieblas,
donde la muerte
es sólo sueño,
donde la vida
no cuenta.
Dentro de mí
estaba, más allá
de mi conciencia,
descansar era
morir, y vivir...
penitencia.

martes, 16 de junio de 2009

Brujas

Todavía hay brujas.
Tenues brillos, brujas...hay brujas.
Rojas y azules...brujas, hay brujas.
Enigmáticas sonrisas, brujas, hay brujas.
A veces, veo brujas.
Amarillos y castaños, brujas, siempre brujas.
Medias melenas rojas, brujas, hay brujas.
Definitivas, inconclusas, brujas, más brujas.
Bellas, fantásticas brujas.
Fugaces, psicodélicas brujas.
Brujas evanescentes, negras brujas.
Risas, burbujas, son las brujas.
Desdenes se dibujan, serán las brujas.
Ausentes, difusas...brujas, más brujas.
Rocambolescas brujas, siempre brujas.
A veces, veo brujas.

jueves, 11 de junio de 2009

Ausencia

Y te pienso
en la ausencia,
la profunda soledad
de tu vacío es mi vértigo,
muerde de madrugada,
entre sábanas.
Me rebelo y escribo,
pasan noches
y más noches,
hasta que ya no duermo,
y el brillo de tus ojos rebota por las esquinas,
implacable, me desvela,
y ya no sueño, y muero.

martes, 2 de junio de 2009

Con Riot Über Alles

Sueño del amor oscuro

Sueño del amor oscuro,
dulce, tímida sombra
tiernas palabras
nunca dichas,
jamás oídas,
vagan solitarias
en la frágil corriente.
Profundos despeñaderos,
mudos centinelas
de un paisaje encantado y umbrío,
donde resuenan por siempre,
entre remansos y piedras
nunca holladas,
entre murmullos de agua enamorada,
entre brumas...
ecos del amor oscuro.

lunes, 1 de junio de 2009

Mónica

Escuchando tu canción*,
te contemplo de lejos y de cerca.
La mirada, queriendo y sin querer,
te busca, se aleja y te retorna.
Ligera y exultante,
de mis ojos sale y se pierde,
y te encuentra, vuelve,
suspira y se conforma.
Vivo de mirarte, de verte andar atareada.
Y tu pie, pequeño, firme y torneado,
levanta al caminar melodías de pisar airoso y despistado.
Al compás de tu pelo te desplazas,
al ritmo de tus pasos va mi sueño,
y te dibujo sin cesar,
entre reflejos azules, copas y platos.
Atascado en un último capítulo,
donde la imaginación, ha, de momento fracasado,
desde ese rincón, inquieto, acorralado,
el autor te mira y se lamenta, bebe té, tose, fuma y desorienta.
Me cuentas y sonríes, te vuelves y te alejas…,
de pronto, giras brusca la cabeza,
y tu pelo, audaz y poderoso,
de cobrizos brillos que admiro de reojo,
se levanta y vuela en la tormenta.
Furtiva, miras a lo lejos de soslayo,
sin verte lo adivino, lo siento en el rostro y en las manos.
Y puedo, de un golpe azul rápido y certero,
mirarte en lo más hondo, y ver el perfil que temes,
ocultas y soportas, asomando, fugaz e impertinente,
en la sombra añil que lo recorta.
Y tu inconcluso desdén me duele,
y no me importa, pues soy creador y único dueño,
de mis letras y mis sueños.



*Mónica, de Sabina.