domingo, 28 de febrero de 2016

Ámbar 1

Solo con quitarse el maquillaje de los ojos y recogerse la ondulada y sensual melena en una coleta, dejaba de ser Ámbar para convertirse en una jovencita común y corriente; aquella facilidad con la que, en cuestión de un par de minutos, desaparentaba ser la mujer sofisticada y fatal que venía a visitarme, me tenía fascinado.
La miro mientras se viste: liguero, medias, sujetador… Entonces se vuelve hacia mí y pregunta: — ¿Has visto mis bragas?
Se las voy a buscar a la habitación. Encontrar algo tan llamativo no era tan sencillo como parece a primera vista. En aquel revoltijo pasional donde todo estaba manga por hombro encontrar algo tan diminuto era una hazaña que tomaría su tiempo llevar a cabo.
Busqué en las rendijas que había entre el colchón y la pared sin ningún resultado. Me arrodillo y busco bajo el canapé. Nada, tampoco estaban allí.
— ¡Joder, voy a tener que ir yo a buscarlas¡
Con la cabeza metida entre el barullo de sábanas, en aquel voluptuoso paisaje después de la batalla, la oigo remota, como si su voz llegase desde otro mundo.
— ¡Mierda de vida, siempre igual¡ Siempre me toca a mí buscar transparencias y puntillitas –exclamo por lo bajini.

jueves, 25 de febrero de 2016

Segis (Jamón de mono)

Por un instante todo se iluminó y pudieron ver a Segis que avanzaba hacia ellos con su zurrón y su paraguas, y a Moctezuma correteando junto a él. La penumbra trajo consigo un trueno ensordecedor que recorrió la montaña y el valle, apagando la voz de Matías. La tormenta se acercaba y la mortecina y cicatera luz del ocaso desaparecería tras las montañas en pocos minutos…
Moctezuma llegó hasta ellos, los olisqueó y soltó un ladrido festivo, entonces vieron avanzar el haz de luz de la potente linterna de Segis por el camino.
— Tenemos que darnos prisa, señorita – dijo Segis, nada más llegar hasta ellos–. La tormenta no tardará en llegar y nos queda un trecho muy abrupto por hacer. Mocte y yo iremos delante. Caminaremos despacio, pero procuren no quedarse atrás. Si hay algún problema o voy muy rápido para usted me avisa. Y tengan cuidado con las ramas de los arbustos, mantengan cierta distancia para que no les golpeen las que yo vaya apartando.
La luz de las dos linternas se abría paso por la estrecha y empinada senda, creando un espectral juego de luces sombras, de perfiles telúricos e intermitentes, a medida que avanzaban lentamente sendero arriba.
Apoyada en el hombro de Matías, Loti, a pesar de que andaba dolorida, no soltó ni un suspiro durante la ardua ascensión. Los resoplidos de Matías, que acusaba el esfuerzo, y algún ladrido extemporáneo del perro, que iba y venía constantemente, rompían de tanto en tanto el sepulcral silencio de la caminata.
— Tengan cuidado ahora, tenemos que rodear una gran peña. Procuren seguir el sendero que la rodea sin acercase demasiado a ella, podrían golpearse la cabeza con alguna de sus aristas.
Tras superar la pequeña colina llegaron a la vieja pista abandonada. Descansaron un poco sentados sobre el tronco de un árbol caído y retomaron la marcha por el sendero en desuso que los llevaría directamente a la estación.
Soplaba un ventarrón racheado de mil diablos cuando comenzó a llover a cántaros. Las fuertes ráfagas de viento empujaban el agua de costado, haciendo inútil es enorme paraguas de Segis donde iban los tres acurrucados.
Al poco amainó, el viento y la lluvia desaparecieron tan rápido como habían venido, las nubes se esfumaron, y las estrellas estallaron en la noche de la sierra. Y el lobo, el aullido profundo y solitario del lobo, volvió a surcar la noche reclamando su espacio y su momento.
— Ya veo las luces de la estación, señorita. Siempre las dejo encendidas por si me entretengo por ahí y llego tarde –comentó Segis, señalando con la luz de la linterna un lugar invisible a su izquierda.

domingo, 21 de febrero de 2016

Cómplices

Hace danza desde que era una niña, así que está hecha un roble, más dura que las piedras y flexible como una gata. Me rindo ante esas tetas marmóreas, doblo el espinazo delante de ese coño primigenio. Me la voy a follar como un campeón, aunque palme encima o debajo de ella, qué más da. Quiero sentirla mover el culo, estremecerse, hacerla reír, llorar, mearse de gusto. Ver su mirada radiante después de un polvo. 
Adoro esa boca golosa, insaciable, que recoge mi sexo y lo succiona y lame suavemente mientras la miro y acaricio su ensalivado clítoris. Acariciarle el pelo y empujar su cabeza hacia mi sexo. Eso es mi amor, trágatela toda, chúpala como tú sabes, mi vida.
Se pone a horcajadas sobre mi boca moviéndose suavemente adelante y atrás. Alzo los brazos hasta alcanzar sus juveniles pechos y la veo entre ellos; contemplo el vaivén de su hermoso pelo caído sobre los hombros, entonces mira hacia abajo y nuestros ojos se encuentran; los míos abiertos de par en par, los suyos sensuales y entrecerrados.
Ámbar apareció en mi vida a tope de lencería y con las tetas en punta...

sábado, 20 de febrero de 2016

Reencuentro (Jamón de mono)

En los senderos de piel que transitaron aquella primera noche, el muchacho impetuoso y la niñata inacabable de otros tiempos suplantaron a los amantes y fueron los verdaderos protagonistas de una función donde los cuerpos se barajaron sin tregua una y otra vez; al principio con el apremio de ahuyentar soledades y ausencias, y después –sobre todo él, enardecido por aquella mujer que lo había reconciliado con el gozo y el misterio– con pasión y sabiduría. Durante unas horas sublimes recobraron aquel tiempo remoto en el que todavía conservaban la esperanza en el amor y la vida, y recorrían, entre requiebros y besos, los laberintos de la noche barcelonesa.

martes, 16 de febrero de 2016

Ámbar

Un poema de amor en la noche yerma
sueño pechos en flor entre sábanas muertas
un, te extraño, mi duermevela de ausencias. 
Desvelo de besos furtivos, de caricias nuevas, 
de núbiles audacias, de carne trémula… 
Del sabor de tus labios, entregados, llenos, eternos.
De mis manos en tu piel desnuda,
paisajes húmedos, tiernos, sonoros, 
besos, dulces besos,
descubriendo curvas, sospechando vértigos, 
deshojando primaveras.
Una tarde de amor, o una mañana inolvidable
y tus ojos, por fin, deslumbrantes, cálidos, serenos
y te miro y te miro, obnubilado y vencido.
Y tus bragas…, tus bragas de cabecera.