Solo con quitarse el maquillaje de los ojos y recogerse la ondulada y sensual melena en una coleta, dejaba de ser Ámbar para convertirse en una jovencita común y corriente; aquella facilidad con la que, en cuestión de un par de minutos, desaparentaba ser la mujer sofisticada y fatal que venía a visitarme, me tenía fascinado.
La miro mientras se viste: liguero, medias, sujetador
Entonces se vuelve hacia mí y pregunta: ¿Has visto mis bragas?
Se las voy a buscar a la habitación. Encontrar algo tan llamativo no era tan sencillo como parece a primera vista. En aquel revoltijo pasional donde todo estaba manga por hombro encontrar algo tan diminuto era una hazaña que tomaría su tiempo llevar a cabo.
Busqué en las rendijas que había entre el colchón y la pared sin ningún resultado. Me arrodillo y busco bajo el canapé. Nada, tampoco estaban allí.
¡Joder, voy a tener que ir yo a buscarlas¡
Con la cabeza metida entre el barullo de sábanas, en aquel voluptuoso paisaje después de la batalla, la oigo remota, como si su voz llegase desde otro mundo.
¡Mierda de vida, siempre igual¡ Siempre me toca a mí buscar transparencias y puntillitas exclamo por lo bajini.
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