jueves, 26 de mayo de 2016

Por un beso (fragmento de J. mono)

En el fondo, Matías se sabía un romántico a la defensiva, un soñador multireincidente escarmentado. El hecho de  no escarmentar a tiempo, de necesitar más hostias que la mayoría para darse por aludido siempre le trajo problemas, pero a la larga forjó en él una peculiar fortaleza de carácter, y, una vez encarrilado, se construyó un mundo y una vida a medida de sus insuficiencias y sus escasos logros, o al menos eso pensaba…
Se sentía mucho más cómodo ante el relato corto, donde, cualquier acción o circunstancia poco convencional o disparatada, arrastraba a los personajes y los llevaba en volandas hasta el desenlace; pero sentado delante del voluminoso sumario, por no hablar de las extravagantes confesiones contenidas en la libreta del padre de Carlota, o de la suya propia, llena de notas sueltas, personajes estrafalarios, ocurrencias, pormenorizadas escenas cotidianas y claroscuros, la promesa hecha a la pintora se le antojó una quimera imposible de llevar a cabo.

Durante la comida hablaron del asunto y, una vez más, tras darle algunos detalles del galimatías en que se hallaba inmerso y de sus muchas dudas, ella decantó la balanza. Sí, era un trabajo complejo y asquerosamente mal pagado en el improbable caso de que la historia acabara en novela y fuese publicada; pero la tenía a su lado y nada cambiaría eso. —Y si no quieres hacerlo por ti, hazlo por mí –apostilló Loti.
Pasaron la tarde cada uno a lo suyo: ella en el taller ocupada en sus retratos y Matías sentado delante de una mesa camilla, que colocó junto a una de las ventanas con vistas a la sierra, pasando a limpio las notas y apuntes sobre el padre de Carlota. Era una tarea delicada, porque, por más cabrón y egoísta que hubiera sido, seguía siendo su padre; un padre pendenciero, excéntrico y prácticamente desconocido que debería mostrarle aquella misma noche.

sábado, 21 de mayo de 2016

Trabajando... (cómplices)

Ando subiéndome por las paredes. Aquí estoy, más solo que la una y con una empanada mental de aquí te espero…
¡Mierda, ésto no se acaba nunca…!
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta, uno, dos, tres…, en fin…
Necesito un puñado de personajes nuevos para un pasaje pintoresco y descabalado pero crucial…
He sacado la pizarra. No me mola, pero no hay más remedio…
Dudas, dudas, dudas… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, media vuelta…
Ésto no funciona, desenchufa, tío. Desenchufa por unas horas y vuelve con ojos nuevos…
Como un sonámbulo, me voy al dormitorio, abro el armario, me agacho, tiro de un cajón y saco un sobre de plástico de cierre hermético, lo abro, acerco la nariz al sobre y me pego un tiro de bragas rojas…
Sutiles y sensuales efluvios de canela con un etéreo final a gominolas…
¡Joder, qué morbo…!

viernes, 13 de mayo de 2016

Una noche en Leningrado (fragmento de J. mono)

* “Noche desangelada hombres vestidos de blanco pasos sordos sobre la nieve silencio entre escombros de edificios desmoronados buscan posiciones enemigas de artillería silencio fugaz relámpago de cuchillo sangre manando en la oscuridad cae enemigo sobre la nieve silencio arden hogueras rumor de voces soldados rusos silencio es la hora de los asesinos. Grito de alarma  bengalas rompiendo la noche balas silbado hombres carreras ruido de botas sobre el asfalto tableteo de ametralladora sal de ahí respira hondo nieve sigilo repliegue entre escombros abrigo enemigo sobre los hombros aliento bolchevique tras cada esquina nieve silencio lento paisaje hasta los arrabales mirada alerta portal a portal manzana a manzana respira hondo corta carrera al cruzar cada calle disparos silencio nadie en punto de reunión no hay tiempo horizonte de nieve respira hondo pasos cortos y rápidos arrastrando una pierna por estepa hostil para respira hondo un grito cuerpo a tierra reptando bajo fuego de mortero para respira hondo avanza para voces patrulla hombre de blanco tirado sobre la nieve sin mover ni un músculo sudor frío silencio miedo al latido de su corazón pasos acercándose más y más pasan por su lado respiración contenida cuchillo alerta horas de frío hombre herido reptando en la oscuridad sendero de sangre en la nieve viento helado entre dos fuegos respira hondo silencio para avanza para avanza bendita interminable noche para respira hondo avanza para afloja el torniquete avanza silencio voces patrulla enemiga tirado en una zanja bajo un cuerpo congelado nieve frío silencio respira hondo avanza para puñados de nieve en la boca frío miedo al alba avanza para respira hondo avanza para respira hondo avanza y avanza y avanza…, ¡santo y seña! Cinco salieron uno vuelve.”

* Extraído del cuaderno de Alejandro Valcárcel

lunes, 9 de mayo de 2016

Un retrato oscuro 1 (fragmento de J. de mono)


Matías despertó bruscamente y miró el reloj de la mesita, eran las diez y cuarto, por un instante acarició con los ojos el pelo de Carlota, que asomaba revuelto entre las sábanas, se levantó, se puso una vieja bata de ella y salió de la habitación procurando no hacer ruido. Fue hasta la cocina, puso agua a calentar, echó dos tabletas efervescentes en un vaso con agua y mientras se deshacían hizo una rápida visita al lavabo.
Al regresar se tomó el analgésico, preparó té, y, con la taza en la mano, fue hasta puerta de la calle y salió al prado. El día era claro, el sol brillaba espléndido y pegaba con fuerza en la parte delantera de la casa. Dio unos pasos por el prado admirando el paisaje de Santibáñez…, el cielo inabarcable, la  Sierra de Francia recortando el horizonte, rodeado de cerros, con el río corriendo a sus pies, y la positiva energía de aquella mujer, temperamental y mandona, que le robaba el sueño…; aquel cúmulo de circunstancias hacía que el pequeño pueblo se le antojara irreal y arrebatador.
Se sentó en el banco de madera que había junto a la puerta y encendió un cigarrillo pensando en la tarea que le aguardaba; y dudaba, como le pasaba casi siempre que empezaba un trabajo nuevo. Dio un repaso mental a la documentación de que disponía…, la libreta del padre de ella, eje cardinal de la historia, el sumario conseguido gracias al primo de Jacinto, al que todavía no había tenido tiempo de echar ni un vistazo y sus vivencias y apuntes, cada vez más prolijos y extensos.
Y la fuerza y la ilusión proporcionadas por el compromiso –qué vete a saber adónde lo llevaría– contraído tras la promesa hecha a Carlota abarcándolo todo; y por sus besos, por encima de todo sus besos…
Volvió a recorrer con la mirada el rotundo y bello espectáculo de la sierra, y se sintió insignificante y afortunado; y pensó que si la felicidad y la belleza coexistían, aunque solo fuera fugazmente, en alguna parte de nuestro despiadado y doloroso mundo, en este planeta de odios y venganzas, de muerte y desesperación, donde la sangre de los hombres ha empapado sin cesar la tierra por los siglos de los siglos, a él, después de mil fracasos, por fin le había tocado un pedacito.





jueves, 5 de mayo de 2016

De poesía y otros cuentos (cómplices)

Hay algo que no te he contado:
Hace poco conocí por el face a una chica de Logroño. Vino a Barcelona un fin de semana. Lo pasó en casa. No vio la ciudad, no vio nada de nada; solo mis ojos acechándola, buscándola…
Tengo la sensación de que no es de las que repiten. Y ahora lleno el vacío que dejó intentando cantarla por prolongar su recuerdo. Otra herida que sangra, y creo que no hago bien, pero la escribo, me escribo.
Y al final no se las envío, las guardo en una carpeta y clavadas en la memoria como el día en que nací.
Ayer hablábamos de poesía ¿recuerdas?, y hoy camino tras los ecos de una cadencia, tras una sombra imprevisible, en un mundo donde todos los horizontes se diluyen como el fugaz fotograma de una película.
He decidido, Ámbar, no dárselos nunca, aplastarlos más allá de la conciencia y morir con ellos si es preciso.
Quizá pensarás que debo enviárselos, y quizá tengas razón. Pero ahora, el paisaje a mí alrededor –su paisaje– yace moribundo o galopa como un caballo desbocado, y me da miedo.
Buenos días, me encantó tu irónica despedida. Que usted lo estudie bien; sea lo que sea que estudie.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Un retrato oscuro (fragmento de J. de mono)

A las diez menos cuarto de la mañana el pequeño cuatro por cuatro de Carlota entró en la plaza y paró delante del bar. Matías bajó del vehículo y se metió en el local, habló un par de minutos con Jacinto, salió con una bolsa de plástico que contenía un abultado sobre marrón, se metió rápidamente en el coche y pusieron rumbo a Santibáñez.
Carlota conducía pensativa, tenía por delante un desafío subyugante y sobrecogedor, y dudaba; dudaba del resultado, de si todo acabaría bien, de si afectaría a la relación que mantenía con el hombre al que iba a pintar, de si valía la pena haberse metido en ello, de qué haría después su amante, aquel tipo inquieto y soñador que a veces parecía estar en otra parte y se pasaba la vida persiguiendo palabras y tomando notas a cada momento.
Paró en el arcén, echó para atrás el respaldo del asiento, se dejó caer, metió las manos dentro de la falda, levantó un poco el culo, agitó un instante las caderas y dio un tirón hacia delante con las dos manos a la vez que alzaba las rodillas y se despojó de las bragas, y, tirándoselas a la cara a un boquiabierto Matías, dijo: —Rockanrol, estos días vamos a recordar tiempos sombríos y a follar como si se fuera a acabar el mundo.
— Rockanrol.

martes, 3 de mayo de 2016

Tomando notas 1 (fragmento de J. de mono)

Carlota empleaba su tiempo en supervisar la marcha del hotelito: echarle una ojeada a las cuentas, hablar con proveedores, empleados, clientes, agencias de viajes, etc.  También hizo un sorpresivo viaje a Salamanca, pero no quiso que Matías la acompañara, al parecer iba a visitar a una vieja amiga dueña de una pequeña galería de arte que estaba pasando un mal momento tras otra ruptura sentimental y se quedó a pasar la noche allí. Desde que habían vuelto a Béjar no estaba muy comunicativa ni especialmente cariñosa, sumergida en su trabajo se refugiaba de las tiernas miradas de su amante que, por otro lado, viendo el panorama, acabó por desarrollar una cierta querencia con el bar de Jacinto y pasaba la mayor parte del tiempo entre sus mesas confraternizando con los más  habituales, fumando canutos sentado encima de una bombona de butano en un pequeño rincón a cielo abierto del almacén contiguo a la cocina y tomando apuntes y copas de orujo a mansalva. 
— Pues sí, Jacinto –dijo uno de aquellos días, desvariando-, cuando llegue el momento del retrato oscuro estaré para el arrastre, mi hígado ya no es el que era y estos excesos, si no acabo en urgencias, serán un acto de amor y parte del peaje que nos exige la vida para que el arte suelte la mosca y nos dé alguna de sus cicateras limosnas; pero estoy convencido de que en cuanto vuelva de-ese-viajecito-al-que-no-ha-querido-que-la-acompañara me va a leer la cartilla bien leída; y cuando llegue ese momento, Jacinto, cuando llegue, requeriré del patrocinio y de las habilidades diplomáticas de algún amigo de esa mala mujer, para apaciguar, al menos en parte, su proverbial mala leche bejarana.       

lunes, 2 de mayo de 2016

Esperando

Todas las tardes, cuando llegaba a casa, lo primero que hacía era acercarse hasta el teléfono y descolgar el auricular con la esperanza de que la impersonal voz del contestador le anunciase que tenía un mensaje esperándolo; después colgaba decepcionado y encendía el ordenador, abría el Winamp, seleccionaba un cedé de Amy Winehouse y se ponía una copa con gesto resignado; y en cuanto la voz de Amy se adueñaba del paisaje, se sentaba delante del procesador de textos hasta  medianoche. En las pocas ocasiones que el timbre del teléfono interrumpía su trabajo se levantaba presuroso a atender la llamada, pero al poco volvía a sentarse desencantado… ...