miércoles, 4 de mayo de 2016

Un retrato oscuro (fragmento de J. de mono)

A las diez menos cuarto de la mañana el pequeño cuatro por cuatro de Carlota entró en la plaza y paró delante del bar. Matías bajó del vehículo y se metió en el local, habló un par de minutos con Jacinto, salió con una bolsa de plástico que contenía un abultado sobre marrón, se metió rápidamente en el coche y pusieron rumbo a Santibáñez.
Carlota conducía pensativa, tenía por delante un desafío subyugante y sobrecogedor, y dudaba; dudaba del resultado, de si todo acabaría bien, de si afectaría a la relación que mantenía con el hombre al que iba a pintar, de si valía la pena haberse metido en ello, de qué haría después su amante, aquel tipo inquieto y soñador que a veces parecía estar en otra parte y se pasaba la vida persiguiendo palabras y tomando notas a cada momento.
Paró en el arcén, echó para atrás el respaldo del asiento, se dejó caer, metió las manos dentro de la falda, levantó un poco el culo, agitó un instante las caderas y dio un tirón hacia delante con las dos manos a la vez que alzaba las rodillas y se despojó de las bragas, y, tirándoselas a la cara a un boquiabierto Matías, dijo: —Rockanrol, estos días vamos a recordar tiempos sombríos y a follar como si se fuera a acabar el mundo.
— Rockanrol.

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