jueves, 5 de mayo de 2016

De poesía y otros cuentos (cómplices)

Hay algo que no te he contado:
Hace poco conocí por el face a una chica de Logroño. Vino a Barcelona un fin de semana. Lo pasó en casa. No vio la ciudad, no vio nada de nada; solo mis ojos acechándola, buscándola…
Tengo la sensación de que no es de las que repiten. Y ahora lleno el vacío que dejó intentando cantarla por prolongar su recuerdo. Otra herida que sangra, y creo que no hago bien, pero la escribo, me escribo.
Y al final no se las envío, las guardo en una carpeta y clavadas en la memoria como el día en que nací.
Ayer hablábamos de poesía ¿recuerdas?, y hoy camino tras los ecos de una cadencia, tras una sombra imprevisible, en un mundo donde todos los horizontes se diluyen como el fugaz fotograma de una película.
He decidido, Ámbar, no dárselos nunca, aplastarlos más allá de la conciencia y morir con ellos si es preciso.
Quizá pensarás que debo enviárselos, y quizá tengas razón. Pero ahora, el paisaje a mí alrededor –su paisaje– yace moribundo o galopa como un caballo desbocado, y me da miedo.
Buenos días, me encantó tu irónica despedida. Que usted lo estudie bien; sea lo que sea que estudie.

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