domingo, 21 de febrero de 2016

Cómplices

Hace danza desde que era una niña, así que está hecha un roble, más dura que las piedras y flexible como una gata. Me rindo ante esas tetas marmóreas, doblo el espinazo delante de ese coño primigenio. Me la voy a follar como un campeón, aunque palme encima o debajo de ella, qué más da. Quiero sentirla mover el culo, estremecerse, hacerla reír, llorar, mearse de gusto. Ver su mirada radiante después de un polvo. 
Adoro esa boca golosa, insaciable, que recoge mi sexo y lo succiona y lame suavemente mientras la miro y acaricio su ensalivado clítoris. Acariciarle el pelo y empujar su cabeza hacia mi sexo. Eso es mi amor, trágatela toda, chúpala como tú sabes, mi vida.
Se pone a horcajadas sobre mi boca moviéndose suavemente adelante y atrás. Alzo los brazos hasta alcanzar sus juveniles pechos y la veo entre ellos; contemplo el vaivén de su hermoso pelo caído sobre los hombros, entonces mira hacia abajo y nuestros ojos se encuentran; los míos abiertos de par en par, los suyos sensuales y entrecerrados.
Ámbar apareció en mi vida a tope de lencería y con las tetas en punta...

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