lunes, 9 de abril de 2018

Maldita sea mi estampa 8

Pasaban unos minutos de las tres cuando crucé la puerta del bar de los Castellers. A esas horas estaba prácticamente desierto, un parroquiano jugando en la tragaperras y otro sentado junto a la barra con un vermú negro delante eran los únicos clientes, me acerqué renqueando hasta la esquina donde fregaba unas tazas la camarera y le dije: -Buenas tardes. 
-Buenas tardes.
-¿Está Oscar por ahí?
-Está en la cocina, ahora lo aviso. ¿Quién le digo que pregunta por él?
-Mario, un viejo amigo.

Di una rápida ojeada al local, y, tras quitarme el tres cuartos y colgarlo sobre el respaldo de la silla más próxima al radiador, acabé sentado en una mesa desde donde, a través de una gran cristalera, podía ver el amplio y profundo espacio -a medio camino entre el gimnasio y el local de ensayo- ahora desierto; donde palpita, varias veces por semana, el bravo corazón de los Castellers...

-¿Cerveza o menta poleo?
-Mejor cerveza. A tomar por culo, hoy me salto la cuota.
-Joder, tío ¿Qué te ha pasado? Eres la viva imagen de la derrota. Por mi madre que haces una pinta de haberte fugado esta mañana de un campo de refugiados sirios que te cagas. 
El tipo que se encarga de la documentación falsa suele llegar sobre las cuatro. Mientras lo espera estaría bien que se adecentara un poco en el lavabo, dará menos el cante. Y luego, si no tiene inconveniente, lo invito a comer...
-Eso, cabrón, tú ríete.

Le hice caso, y a la vuelta del aseo unos minutos después la mesa ya estaba dispuesta. Me dejé caer sobre la silla y, dando un profundo suspiro, me lancé sobre la cerveza y las gambas saladas como si llevara sin jamar bien toda la vida.

-¿Libritos o pollo a la plancha con pimientos? -preguntó Oscar desde la puerta de la cocina.
-Libritos va a ser que no. Paso de segundo literario, ya he tenido bastante por hoy. Sí es pechuga mejor, tío.

La camarera trajo un tapa de anchoas, una botella de vino tinto y una canastita de pan integral. Era una vieja amiga de Oscar. Una treintañera morena, alta y bien parecida que solía llevar, tiempo atrás, un peinado a lo batasuno; la conocí hace unos años en el Rock&Trini durante un concierto de hardcore que organizaba la radio. Ella quizá no me recordara, pero yo sí; aunque tardé un poco en desempolvar su nombre, sin duda alguna, esos espectaculares ojos verdes sólo podían ser los de Neus.

-Ha tenido que ser muslo, pechuga no quedaba.
-Ya. Hoy por aquí la única pechuga comestible es la de Neus. No hay más que verla.
-De primero tenemos arroz con setas y gambitas -dijo Oscar, dejando sobre la mesa la bandeja con el primer plato-. Te he traído una taza de caldo bien caliente, a ver si te quita la pinta de moribundo que arrastras.
-No sé qué hago en su barrio. No ha sido una buena idea, estaba cantado que me iba a poner chorreando. Mientras no pille una pulmonía...
-¿En el barrio de quién? -preguntó intrigado mientras se levantaba en busca de la botellita de gaseosa que había olvidado en la barra.
-De Ámbar. Estoy escribiendo una historia y la musa vive por aquí. De hecho, lo único que he sacado en limpio es eso. Ha sido una pesadilla, Oscar, una pesadilla. Primero han intentado sirlarme en el parque, luego he tenido un accidente y el paraguas y un tobillo han pagado las consecuencias, después, nada más salir de aquella maldita encerrona verde, mientras esperaba en un semáforo un coche me ha puesto chorreando...  Encima ha llovido casi todo el tiempo. 
Venía lleno de entusiasmo y me iré hecho una mierda. Si no fuera porque la he visto fugazmente, he podido certificar su pertenencia a este barrio y quemado de paso un montón de karma chungo, me cagaría en todo.
-Joder, tío, qué mala suerte.
-En el fondo, Oscar, creo que el cuento ese del karma muchas veces sólo es la mejor coartada disponible para orientalistas de pastel incapaces de hacer el más mínimo esfuerzo por cambiar un ápice sus vidas. En fin, es lo mismo. ¿Cómo va por la radio?
-Regular. No termina de arrancar después del último parón. Así que una musa, eh -concluyó dibujando una sonrisa maliciosa.
-No hay caso, es fruta prohibida.
-¿Casada? -preguntó, volviendo a dejar sobre la mesa la botella de vino después de llenar generosamente tres vasos-. ¿Un poco de gaseosa?
Asentí con la cabeza y contesté: -Eso como mucho sería fruta reservada, no prohibida. Es fruta delicada y absolutamente joven colgando de una rama muy alta y frágil, y mi menda hace mucho que, a pesar de soñarla, no la espera; aunque, eso sí, me sigue poniendo un montón.
-Ya me imagino...

En ese momento, Neus, trayendo un pequeño mortero de alioli se incorporó a la mesa y aparcamos la conversación. Se sentó junto a Oscar, y, mientras se servía el primer plato y probaba el vino, fue haciéndome preguntas hasta que recordó dónde y cómo nos habíamos conocido. ¿Punk-rock acelerado o hardcore melódico? ¿Te acuerdas de aquella noche? ¿De aquél peñazo de grupo?

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