viernes, 23 de octubre de 2009

Retrato*

Como todavía no sé que profundidad y aspecto darle a este retrato, pongo algo de música para ir pillando onda.
Blues, música cálida, suave y triste, como un lluvioso y ardiente atardecer de verano en lo alto de una colina. ¿Cuánto hay del observador cuando retrata a otra persona?, ¿la ve como es?, ¿cómo le gustaría que fuera?, ¿se puede conocer a otro sin aproximarse a el?, ¿sin saber el aire que respira?, ¿ni qué fantasmas lo atormentan?.
Después de la tontería retórica -y no sin algo de emoción y espanto- afronto, ¡otra vez! una tarea hercúlea -a pesar de estar en las últimas-.
Técnicamente es posible hacerlo a grandes rasgos sin acercarse demasiado, pero este retrato es muy especial, necesita describir a alguien que, vista de lejos, es una chica como cualquier otra, pero, es en las distancias cortas donde se desenvuelve con mas soltura, está en su terreno, lo sabe y lo utiliza.
No sé, si esa forma suya de mirar, altanera y desdeñosa -como subida en lo alto de un camión de butano, y desde allí, te quisiera ir lanzando bombonas-, es su manera de proteger su fragilidad. Esa fragilidad que no quiere mostrar -y es más que evidente para este observador-, la hacen fría y distante.
Sus palabras y sus ojos, a veces no están de acuerdo, en otras ocasiones, te mira desafiante -como si fueras tú, el que le quitaba el bocata en el recreo-, entonces, su mirada es impenetrable y le sobra todo el mundo, según el parecer de este humilde, frágil y para su desgracia, ya poco imparcial observador.
Sus pies por ejemplo -pieza esencial de cualquier descripción femenina digna de tenerse en cuenta-, de ellos, no puedo decir prácticamente nada, sin estudiar antes, a fondo, algún catálogo de calcetines, porque no se los he visto, a pesar, de haberlos tenido siempre delante, son pequeños, eso sí, pero como casi siempre se los está sobando, son una especie de arcano para mí -ni siquiera sé, si tiene cinco dedos en cada uno-, no sé si es casualidad, o los esconde por algún motivo.
¿Es coqueta? La pregunta del millón, porque en ese terreno presiento que, diga lo que diga, me busco una desgracia, a menos, que solvente él tramite por la vía rápida y lo resuelva al instante, diciendo: si está en un espacio cerrado, es muy difícil ignorarla, porque casi nunca se deja ignorar.
Recién levantada -otro dilema-, como hacer una descripción así, sin ganarse un enemigo imprevisible y mortal para los restos. Sólo la he visto una vez, y su aspecto era como de haber estado de marcha la noche anterior, algo apagada pero suave y cálida, como un albornoz caliente.
Es en pijama como la he visto mas cómoda -quizá sea lo que más usa habitualmente-, y dueña de su espacio. Allí se mueve lentamente, con una armoniosa y suave cadencia, como si se deslizara por delante de uno.
El atardecer es su mejor momento, cuando sus ojos recuperan ese brillo tan especial, su pelo -si soy afortunado- estará ya suelto, largo y algo ondulado -con las puntas mirando a todas partes- que, a veces -muy pocas-, usa para esconder una media sonrisa fugaz mientras agacha la cabeza, y otras, lo mueve acompasadamente -sabedora de su efecto narcótico en este observador-.
En esos momentos, quizás es posible una charla agradable, sin esa frialdad, triste y desolada, que casi siempre la acompaña.
Su voz, a esas horas, es suave y cálida, sin la tensión de otros momentos, en que se vuelve aguda y estridente -como sí quisiera destruir algo de sí misma fulminando a los demás-.
El capitulo de las miradas es -de lejos-, el mas complicado, pues, no en vano, esos ojos estupendos, y su ardiente mirada femenina son, a mí entender, su cruz y su esperanza.
Desde los ojos de pijama, algo apagados, discretos y profundos, hasta el brillo salvaje cargado de resentimiento, de sus ultimas horas con dos copas de mas, tenemos material suficiente para varios volúmenes -lo que no es el objetivo de este trabajo-, por lo tanto, trataré de hacer una aproximación breve.
Es de largo, para mí, lo más bello y especial que tiene su rostro, es en su mirada donde se perciben mas matices, desde una de rabia y dolor incontenible, hasta otra tierna, otra perdida, otra de complicidad, otra de resentimiento y así podríamos seguir hasta el infinito, pero aquí, me lo voy a hacer en plan rata -bastantes mareos literarios y de los otros, he tenido ya con los dichosos ojos-, y me remitiré a una canción -en plan moderno, multimedia- de JJ. Cale "Money Talks" que tiene esa calidez, en la voz de una mujer -esa misma calidez que hay en el brillo de tus ojos-, y me siento incapaz de expresar ahora -no tengo energías o ganas-. Te buscas la vida para oírla -porque la tienes por ahí-, así me ahorro algunos folios. Ecología descriptiva, lo llaman ahora los enteradillos de siempre, sobre todo, cuando no les pagan por palabras.
Sobre datos de talla, estatura, peso, proporciones... etc., por falta ¡otra vez! de información fiable, y mis dudas, a la hora de buscar informantes en su entorno. Porque ir con un metro a tomar medidas a su casa, no lo veo nada claro la verdad -la que me podría armar sería para no contarla-. Sólo me faltaría tener que llamar a Katty -por ejemplo-, y preguntarle esos datos -pensaría que estoy sonado, o que le quiero hacer un pijama de madera-. Así las cosas, me veo en el dilema moral de tener que elegir, entre correr el riesgo y quedar como un imbécil, o hacerlo a ojo y meter la gamba -asumiendo riesgos, que soy incapaz de imaginar en este momento-.
A estas alturas, y con los vientos que soplan, paso total de dármelas de valiente y que luego me monte una "Verbena de la Paloma" para mí solito, a la que me pille en su garito.
Reconociendo, que el gremio literario, en general, no ha pasado a la historia por sus rasgos de valentía o arrojo precisamente, y haciendo honor a esa cobardía ancestral, vilmente, renuncio de antemano a sufrir vete a saber que diabólicos sortilegios, por kilo mas o centímetro menos, y detengo aquí esta breve aproximación a algo, que todavía no se bien que es, pero tiene toda la pinta de ser una mujer.

6 de enero tarde muy tarde

Posdata:
No estoy zumbado, necesito reírme y me rio mucho haciéndolos -era por dejarlo claro-.
Después de este esfuerzo, si fuera capaz de llegar arrastrándome hasta el puente de la calle Almansa -sólo lo tengo a cincuenta metros- me tiraba a las Rondas.


*Fragmento del libro "Ruido de fondo".

1 comentario:

  1. ¡Menos mal que no te has tirado al puente¡¡¡. Y además, no se te ocurra quitarle a nadie el bocata....menos a la hora del patio...¡¡je,je,je,

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