Todo comenzó como suceden las grandes cosas, sin buscarlo, ni planearlo, ni pollas en vinagre. Fue por el chat. “Una lectora en potencia”, me dije…
— Eso no es del todo cierto, cantamañanas…
— Aquí entre nosotros… Estoy acojonado. Ya sabes el porqué. Es una máquina de matar y se mosquea a las primeras de cambio. ¿Cómo pretendes que empiece? ¿Digo que saltó en paracaídas y cayó en mis brazos tentadoramente envuelta en lencería mientras estaba sentado en un banco junto a las pistas de skate?
— ¿Seguro que fue entonces? Porque yo no lo tengo tan claro.
— Mal empezamos, tío. Si vas a estar así todo el tiempo, Pepito Grillo, se complicará la cosa y acabaremos mal parados.
— Eso es, en plural. Ahora nos vamos entendiendo.
— ¡A la mierda! ¡Vete a la mierda! Voy a necesitar cierto ritmo y que se entienda. Y contigo en plan soviético es imposible
— Pues no times al personal. Ni a ella.
— ¡Ni me la nombres, hijoputa; a ella ni me la nombres! Necesito dormir por las noches, ¿sabes cabrón?... Ámbar pertenece a esa categoría de hembras que tus prontos acaban ahuyentando sin remedio. Por una vez en tu puñetera vida estaría bien que mantuvieras el pico cerrado.
— Soy un lobo bueno. Y lo sabes perfectamente; de hecho, lo sabes mejor que yo. Si no fuera así, hace tiempo que estaríamos en un manicomio, matando moscas, intentando ligar con perturbadas y fumando como carreteros.
— Eso, ahora hazte la víctima, lobito bueno. Tranquilo, aunque acabe partiéndonos la boca, ella o alguno de sus novios, estaremos juntos en esto.
— Y yo, para asegurarme de que lo hagamos, te digo: No hay huevos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario