miércoles, 7 de septiembre de 2016

Corte tres, Sweet Jane (unos días de febrero)

A la siete de la mañana, cansado de dar vueltas, me levanté. Abrí la ventana de la cocina, y el viento cortante y frío que viajaba con el alba invadió la casa mientras fumada un cigarrillo mirando a las nacientes y tímidas luces del amanecer batirse sin tregua al amparo de la noche.
Estaba hecho polvo, apenas había dormido cuatro horas, aun así, me puse ropa ligera y salí a caminar rondas adelante. El tráfico rodado ya ocupaba completamente el lateral del lado montaña camino del centro; y al pasar frente a la parada de metro de Canyelles los primeros rayos de sol se estrellaron contra los altos bloques que escoltan ese tramo de la ronda. Las frías rachas de viento me avivaron el paso y el pensamiento, y repasaba a toda pastilla una y otra vez todas las tareas que tenía previstas para aquella mañana sorteando semáforos y coches; y creo recordar que fue entonces cuando volví a preguntarme, por enésima vez, por qué me atraían tanto las bellezas oscuras.

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