jueves, 4 de febrero de 2010

Eva'x (expediente x) *

Los motivos por los que comencé esta aventura se me escaparon al principio.
Sólo bastantes meses más tarde comencé a comprender las causas, las motivaciones, que me animaron a penetrar en aquella jungla femenina.
Sería deseo de este autor, que no se malinterpretasen sus intenciones, pues estoy convencido, de que, el espíritu con que afronta este trabajo, este singular esfuerzo vital, su curiosidad, el afán de comprensión, venían dados, o al menos, eso piensa uno, por un reconocimiento intimo, profundo, de su propio laberinto, del enorme esfuerzo que tuvo hacer, durante meses y meses, para conseguir salir de el, siendo el mismo, o quizá, algo mejor persona que antes de desaparecer en su propio abismo, en esa vertiginosa vorágine que lo atrapó, lo retuvo, y enfrentó a sus miedos más profundos, a contemplar el tenue hilo que nos une a los demás, a la vida.
Vayan aquí, mi solidaridad, mi compasión, mi respeto, y, en un caso, mi amor también, que no por lejano e imposible deja de ser uno de los sentimientos más profundos que he sentido nunca por mujer alguna.
Quizá sea la impotencia, después de más de dos años de todo aquello, la que me empuja sin remedio.
De porqué me interesé por estas mujeres, tan parecidas, tan diferentes. Del porqué me asomé a sus laberintos personales, vaya un apunte, fue, según creo, por conocer mejor a mi musa ausente, a mi desdichado amor, sus pautas de conducta, los mecanismos que la llevaron a verme como una especie de amenaza permanente.
Al no poder aproximarme al problema directamente, traté de hacerlo de forma trasversal. Otras Evas fueron, obligado por las especiales circunstancias, las que, sin saberlo, me ayudaron a situar el problema en otro contexto, para, desde allí, traerme un primer plano de ella, de los aspectos que desconocía de aquella escurridiza beldad.
Creo necesario destacar un rasgo fundamental que todas comparten, que todas poseen en mayor o menor medida, y cada una a su manera, una feminidad ancestral, primitiva, llena de colorido, una ingenuidad, digna de ser contada y apreciada por lo que tiene de instintivo canto a la supervivencia.
Agradecer a todas ellas su personal aporte a esa mayor comprensión del alma femenina, a ese misterio que llamamos mujer, aunque, evidentemente, no fuera esa su intención, ni tampoco, fuera exclusivamente esa, mi única motivación con respecto a ellas, pues mujeres son al fin y al cabo.
Vaya para ellas, y por ellas, este texto.
Esta búsqueda comienza a primeros de junio del 2005, y concluye, más de dos años después, asumidas, ante el destino, mi impotencia y mi fracaso.
Concluida la fase de documentación, y en pleno periodo de experimentación y validación de lo aprendido, llega el momento de relatar, ese ir y venir, de una a otra, de aquí para allá y viceversa.
Situarlas a todas de manera que el lector no se pierda, como un pardillo, en un bosque desconocido, en aquella jungla primigenia, es el primer problema a resolver.
Por orden alfabético, de aparición, de importancia, de tiempo dedicado a cada una, aquí, ante el batiburrillo de rollos raros desarrollados ante mis curtidos ojos, me asaltan dudas y temores.
El pequeño arsenal de mentiras descaradas e innecesarias, cuentos chinos, fantasías infantiles, paranoias delirantes, temores ancestrales, roneos inverosímiles, citas falsas, excusas tontas, comidas de tarro, alguna experiencia íntima de lo más sorprendente, lo regué con poemas a destajo -mis, ya populares, sms-.
¡En fin! ante semejante despliegue de femeninas variables, desconocidas e imprevisibles, y con sólo una vieja máxima por enseña y estrategia: "una vez atrapada su atención, contra menos caso les hagas más te rondarán", me adentré en un universo de mujeres tristes y fatales, cambiantes como la luna, de alegrías fugaces, pero hermosas, de largas penas y tristezas.
Este tutifruti femenino, me llevo también a mundos reservados, exclusivos, bellos, dolorosos, sobre todo, si alguna te llega al fondo del corazón.
Pequeños universos íntimos, adolescentes, llenos de miedo a la vida, construidos con poca maña y mucha paciencia, donde sobreviven estas Evas imposibles y contradictorias, alguna, muy, muy bella, resplandeciente, como un amanecer de primavera, esquiva, como una gacela en un bosque desconocido.
Un canto a la vida oculto a mis ojos, una jaima en el desierto de la existencia, una flor del paraíso perdido. Esta Eva pertinaz y repetida, resistente, inasequible a mis versos, fue, en su momento, el mejor motivo que me quedó para seguir viviendo, aun sabiendo lo imposible de mis sueños.
Por lo tanto, lo primero será bautizarlas, por sí me da el punto de hablar de alguna en particular, cosa que, francamente, al menos ahora mismo, dudo mucho.
Eva 1. La Gatita, toda una fiera, intratable, guapa y solitaria, quizá las bella de todas. Inabordable, al parecer, para un pirata de mi calaña.
Eva 2. Ausente, en realidad, esta empiezo a dudar que llegara a existir realmente.
Eva 3. La bruja, buena pieza de museo. Cenar con ella –algo tan simple- se convirtió en una experiencia altamente alucinógena. Cambiaba de opinión tres veces por minuto. Inenarrable.
Eva 4. Cocos, su mejor, y quizá único, argumento absolutamente suyo, lo tenía más abajo de los hombros. Se paseó tantas veces por delante de mí que estuve un mes soñando con cocoteros. La chica del móvil.
Eva 5. Multimedia. Esta Eva, es casi virtual, la única cita, por llamarlo de alguna manera, habida con ella, no funcionó. Según parece, tengo las manos muy largas, y, añado yo, ella un culo fenomenal.
No pude evitarlo, pudo más la curiosidad, el instinto, se lo toqué, tenía que asegurarme, no creía que fuera real aquél paradisíaco espectáculo. Un ven y muerde como la copa de un pino. A mi solicitud de documento gráfico dio un no rotundo. Mala suerte.
Nuestra inexistente relación se limita a unos extraños pps que envía. Me manda fotos de coños ajenos, en un esfuerzo por desviar mi atención hacía otros ejemplares femeninos, y seguir, sin embargo, estando allí. Inexplicable.
Eva 6. Sister Sitges. Esta es guapa también. Huidiza, fugaz, aficionada al zodiaco, que, al parecer, orienta su existencia. Desconfiada en grado superlativo, tiene subcontratada una jauría de animales feroces, para, de esa manera, evitar pelmas inoportunos, de los que, en el fondo, no puede prescindir. Alejarse para seguir estando. Una guapa contradicción con faldas.
Eva 7. Sombra. Aquí hubo restriegue, el intento de polvo más raro de mi puñetera vida. Desconcertante, desempalmante.
De cómo se entrecruzaron sms de lo más inútil, llamadas telefónicas del tipo: descuelga que cuelgo. Citas falsas, llamadas tontas, largas, inacabables explicaciones que no explicaban nada, mensajes raros en el contestador que no venían a cuento, vaya esta muestra, este breve apunte, para hacerse una idea aproximada de aquella encoñada selva. Con todo ello podría, valga la encoñada redundancia, encoñar, perdón, acuñar un buen cuento.
Todo un recital mediático, una húmeda, oscura y rizada maraña comunicativa, en la que me defendí cómo pude. Decidí, después de largas y sesudas reflexiones, hacerlo poéticamente, toda una literaria hazaña, mi mejor baza. Mandaba poemas sms a diestro y siniestro, en un intento de defenderme, de acallar múltiples voces, en medio de aquella avalancha comunicativa, en la que llegó un punto que no supe quién mandaba qué, quién llamaba y colgaba, utilizando el teléfono de mi casa en modo gps, capaz de situarme en el tiempo y el espacio, tranquilizando así temores infundados.
Tramas que se cruzaron sin descanso. Un laberinto de bragas solitarias, digno de ser rebuscado, como sí de ofertas de mercadillo se tratara.
Seguir la pista, al mismo tiempo, a tanto huidizo coño, y salir indemne emocionalmente, fue una tarea difícil, apta exclusivamente para tipos altamente cualificados, duros.
Si además, sales de la arriesgada experiencia con ganas de reírte todavía, y de propina, traes un cuentecito, ya te puedes dar con un canto en los dientes o machacarte los huevos con dos piedras, por poner símiles dolorosos. Eres un tipo afortunado, valiente, y, por supuesto, también audaz y temerario.
Un vicioso de las tareas inalcanzables que se ha endurecido más, si ello es posible, con este reto imposible, una bella quimera digna de un experto en laberintos, con Minotauros o sin ellos.
Una de ellas, por poner sólo un ejemplo, conocedora de otra de mis Evas, trató de malmeter a la otra algo más, si eso era posible, en mi contra, un acto ruin, verdaderamente deleznable, pero que forma parte de su manera de entender la vida. Nunca se lo perdonaré, por inocente que sea.
En el fondo, te ha de ir la marcha para meterte en una vaina tan cambiante y complicada. Mi coartada aquí, como no podía ser de otra manera, fue literaria, no exenta de valentía, y sirve, además, para borronear páginas en blanco con temerarias artimañas, corriendo el riesgo de que acaben por confabularse y monten una sensual trampa colectiva para acabar conmigo.
Todo sacrificio es poco. Viva la literatura de riesgo.
Si antes, hacerme un seguro de vida era difícil, ahora, con esta femenina y colectiva amenaza latente, como una integrista célula durmiente, será imposible.
Las llamadas continúan, pero, al parecer, han deshabilitado el modo "gps", todo un avance, a este paso, una maratón duraría veinticinco años.
Suena dos, tres veces, se para, y vuelve minutos después, para, por el mismo precio, joderme la siesta que sabe hago todas las tardes.
Esta, más que probable, accionista de telefónica, conoce mis costumbres mejor que yo. Debería dejarme dormir la siesta, pero sospecho, le debe joder mucho saber que, en sueños, hago con ella lo que me apetece sin pedirle permiso, y por ello trata de impedírmelo a cualquier precio.
Ignoro quién es, trabaja sin dejar rastro, borra sus huellas con habilidad femenina, felina, evasiva.
Ahora, pasada esta larga etapa formativa, la tropa de Evas se ha ido situando cada una en su contexto, y yo, extenuado por el largo e intenso esfuerzo psicológico que esta delicada y extensa investigación entrañó, descanso mucho, y me las miro y admiro en la distancia, sudando, como un condenado a galeras indultado, con la vieja Luger de 9/mm. de mi abuelo debajo de la almohada, con el fiador quitado, atento a cualquier cambio.
Y si alguna tarde, el timbre del teléfono interrumpe mi siesta, mi descanso preferido, entonces, quiero creer que, de todas ellas, es la de mi sueño, remilgada y coqueta, la que lo hace, supongo que por ponérmelo también difícil en esa dimensión.
Ya terminado el largo epígrafe psicológico, de mi, alternativo y masculino manual de supervivencia urbana, lo miro todo con otros ojos, y las veo pasar, mientras enciendo mi clásico porrito, con una bebida isotónica en la mano, desde una esquina de la plaza, sonriendo juguetón, como un felino que afila las zarpas contra un árbol, como un comando de la muerte adoctrinado a si mismo.
Seguirle, académicamente, la pista a todas las lecciones aprendidas, en aquella maraña de lenguajes diversos y femeninos, me puede llevar más tiempo del que quizá disponga.
Entresacar todas las lecciones de la larga y extravagante experiencia es una tarea de titanes, de hombres curtidos. Aquí, los quejicas amariconados no tienen nada que rascar. Es un trabajo para tipos duros, capaces de aprender y sonreír, en vez de agarrar la vieja Luger y montar una noche de San Andrés, acabando, de una tacada con todas las implicadas, de una en una, yendo de un lado a otro, en una larga, motorizada y sangrienta, fiesta nocturna.
Dejo fuera del texto las experiencias más escabrosas, por miedo, de que, este opúsculo donde me expreso caiga en manos infantiles, y puedan, estas cándidas almas, al leerlo, desarrollar algún trauma irreparable, con el riesgo añadido, de una, más que probable, extinción de la especie, a modo de daño colateral, algo que, dicho sea de paso, nos merecemos.


*Extraído, de manera poco honorable, del archivo secreto del depredador.

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