domingo, 13 de agosto de 2017

Buenos días, primavera 3 (Ámbar)

Fueron treinta minutos de verdadera entrega por mi parte, le puse pasión, amor y experiencia y ella gemía y gemía, pero no acababa de llegar al final, por lo visto no era capaz de relajarse del todo; y supuse que quizá la avergonzaba la posibilidad de mojarme la jeta, una cuestión que a mí me preocupaba muy poco.
Entonces saqué el rostro de entre sus piernas y le dije que íbamos a probar otra cosa: Le haría el masajito con final feliz que la hizo correrse la mar de a gusto la última vez. Pero se negó en redondo, entonces fue cuando tuve la certeza de que el asunto del plástico la había molestado de algún modo.
Me tumbé a su lado sin saber qué hacer a continuación. Es difícil cogerle el punto a una mujer con la que follas poco, tan de tarde en tarde y que no dice ni pío sobre sus gustos y apetencias. Me puse a sobarle delicadamente las tetas, a chuparle y darles mordisquitos a sus tímidos pezones. Apretaba un poco un pezón con los dientes y luego levantaba la cabeza y buscaba ferozmente su boca y nos besábamos.
Llegó un momento que ella tomó la iniciativa, se fue hacía los pies de la cama y cuando llegó a la altura de mis caderas me cogió la polla suavemente, se la metió en la boca y comenzó a chuparla con una calidez y suavidad llenas de sensualidad. De vez en cuando levantaba la vista y me miraba, parecía gustarle encontrarme siempre mirándola.
-Eso es, cométela toda mi amor. Así, vida mía, chupála. Sacámelo todo cariño -le iba diciendo una y otra vez al darme cuenta de que la escitaban mis palabras.
Comenzó a aumentar el ritmo y yo a decirle cochinadas mientras miraba como mi polla entraba y salía de su boca cada vez un poco más dura. Le pedí que se pusiera a un costado para poder acariciarle el coño mientras lo hacía, pero negó con la cabeza sin sacarse el nabo de la boca.
Arriba, abajo, arriba, abajo, un vistazo hacía mi rostro y otra vez toda para adentro. Empezó a frotarla con la mano derecha al tiempo que entraba y salía de su boca, una boca cada vez más golosa y excitada. De vez en cuando aleteaba la lengua alrededor del glande unos segundos sin dejar de masturbarme, y otra vez para dentro, arriba, abajo...
-Amor mío, póntela cerca de las tetas, sigue con la mano y mírame, mírame hasta que me corra...
-¿Te ha gustado? -preguntó, después de mirarse un segundo las tetas salpicadas de semen.
- Anda cariño, ven y échate encima mío.

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