jueves, 22 de marzo de 2018

Maldita sea mi estampa 4

En los cinco o seis segundos que tardé en reaccionar había dejado de llover como por ensalmo. Una falsa alarma, si no hubiera tenido tanta prisa en ponerme a cubierto ahora estaría sentado cómodamente junto al lago. Me di la vuelta y traté de mover con cuidado los dedos del pie izquierdo. Bien, en principio no tenía nada roto. Me incorporé apoyándome en el brazo izquierdo -el codo derecho había absorbido casi todo el impacto de la caída y no era cuestión de ponerlo a prueba en aquel momento-, me puse de rodillas, y descargando casi todo el peso en la pierna derecha me levanté; después di un tímido primer paso, desensarté el paraguas -estaba clavado en el arbusto como un Cristo de pacotilla-, y, apoyándome en él, caminé lentamente hasta el banco más cercano pensando en lo poco que había faltado para que el ensartado fuera yo.
El tres cuartos chorreando, lo mismo que el pantalón rodillas abajo, la gorra estaba bastante seca, aunque lucía un pegote de hierba en la visera. De mi salvador paraguas sólo puedo decir que palmó en una valerosa acción suicida, como los héroes; pero acabó hecho un colador. La pequeña mochila impermeable junto con su contenido fue lo único que salió indemne de aquel desafortunado accidente. Lo más importante estaba intacto.
Visto el percal, lo más conveniente, si quería salir entero de aquel maquiavélico y verde microcosmos, era planificar con cuidado mis próximos movimientos, así que abrí de nuevo la mochila, saqué un paracetamol, una cocacolita y un petardo y me dispuse a valorar seriamente la situación.
A estas alturas no cabía duda alguna de que mis pretensiones narrativas se habían ido a tomar por culo nada más entrar en el parque, pero el único responsable era yo mismo. No se me había perdido nada en aquel barrio, sólo perseguía un sueño; aunque vaya mojado, cojo, dolorido y bastante pedo y me parezca tan real, Ámbar seguramente ya no existe; quizá nunca existió, sólo fue un sueño.

-¡Uf, no seas gilipollas, claro que existe! Y tiene un abrir y cerrar de ojos que parece un abrir y cerrar de paraguas. No como ese colador que llevas ahora, sino uno nuevo y espléndido. La mañanita te ha dejado hecho polvo ¿Y qué? Anímicamente estás jodido y no ves las cosas claridad; no es el momento de evaluar nada, sino el de salir enteros de esta siniestra emboscada urbana en que nos has metido, julandrón.
-Tienes razón, Grillo. Lo primero es salir de este puto parque antes de que nos parta un rayo. 

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