martes, 13 de julio de 2010

19 de agosto*

Noche casi en blanco. Camino rondas adelante muy temprano. Por fin soy capaz. Amanece cuando llego a casa.
El 3 de mayo salí de casa de mi madre después de comer. Tenía el tiempo justo para llegar a las 5, a mi cita con la sombra. Era un puente oruga. 
Bajé del autobús en la parte alta de Mongat, justo después de cruzar la autopista. 
Allí estaba. Era mi puente. Muy largo, tremendamente desnudo y de frágiles barandales. Estrecho y solitario. 
Elegí Mongat. Era mi talismán. El pueblo de mi más bello cuento -el de las sonrisas de mi musa-. El lugar donde no contesté la pregunta de mi Eva.
Lo seleccioné a propósito. Aún estaba algo ido pero quería salir victorioso. Por eso elegí aquel lugar. 
Llegué pronto. Faltaban todavía algunos minutos. Encendí un cigarro y esperé…  
Observaba desde arriba a mi sombra. Era larga, sinuosa y con un negro abismo de asfalto bajo sus metálicos arcos -la autopista de la costa-. 
En mis manos había ya un leve temblor. Mientras corrían los minutos comencé a sentir la cantinela que ya conocía tan bien: ¡salta, salta!
Me voy a Gracia oruga. Me estoy poniendo excesivamente emotivo.


*Fragmento del libro "Ruido de fondo".

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