miércoles, 12 de agosto de 2009

Un sueño

Mientras corregía mi último artículo, la oí gemir en la habitación de al lado. Me levanté sin hacer ruido. Tenía la puerta entornada y no pude reprimir el deseo de observarla. Sobre la cama, y de espaldas a la puerta cabalgaba muy despacio sobre el rojo vibrador que yo guardaba en el cajón donde tenía su ropa interior. Lo compré exclusivamente para ella. Por hacer más placenteras sus espaciadas visitas.
La rendija de la puerta, que había dejado expresamente abierta para que yo la pudiera ver, era un mirador privilegiado para observarla. Con la mano derecha mantenía el vibrador fijo sobre el colchón y, como un jockey, cabalgaba lentamente sobre el. Movía el culo despacio en leves círculos mientras subía y bajaba lentamente sobre el vibrador.
Por supuesto, sabía que la observaba. Los gemidos eran su peculiar manera de decirme que dejara de trabajar y le prestase atención.
¿Estás ahí? – preguntó con un entrecortado hilo de voz.
-Claro cielo. Llevo unos minutos espiándote. Es lo más sensual que he visto en mucho tiempo. Esa posición te hace un trasero precioso.
-Siéntate en la silla y mírame de cerca –exigió, con la voz entrecortada por el placer. ¿Te gusta? –preguntó con un tono apagado y algo ronco.
-Si. Te voy a hacer una foto. ¿Dónde tienes el móvil?
-Sobre la mesita. Te lo he dejado preparado.
Entonces dejé la silla. Me arrodillé detrás de ella. Le separé las nalgas con las manos y le puse la lengua en el ano. La moví vivaracha sobre su apretado agujerito. De pronto, ronroneó como un felino, y sus movimientos se aceleraron. Arriba y abajo, arriba y abajo. Yo le iba lamiendo el culo, recorría toda su superficie.
-¡Te quiero, cabrón, te quiero! –gritaba con la voz apagada y rota.
Salí de cama y cogí el celular. ¿Te va bien un plano general? ¿Te hago también unos planos cortos? –le pregunté acariciándole el culo.
Asintió con la cabeza, pues en aquél momento era incapaz de de articular una palabra.
Cogí su bonito bolso –un regalo de una de sus tías- y lo puse sobre la almohada.
Hice la primera foto de pie. Un plano amplio, donde resaltaba en la parte superior izquierda el bolso de piel marrón. Al sentir la luz del flash gritó de excitación.
Los planos cortos la enloquecieron. A diez centímetros de su sexo, que ahora se movía despacio, se levantaba un poco y volvía a caer sobre el vibrador.
Ahora no te muevas zorra –le pedí, con un tono quebrado por la excitación.
Se paraba, y, al ver la fugaz luz del flash, gemía profundamente mientras continuaba con sus lentos movimientos. Arriba y abajo, arriba y abajo.
Le abría las nalgas con una mano y disparaba con la otra. Una, dos, tres, cuatro…
Le di unas cuantas nalgadas para estimularla un poco. Sus movimientos adquirieron velocidad, y tomé las últimas fotografías.
-Sesión terminada, guapa.
Gimió, y sin sacarse el vibrador, se dio la vuelta hasta ponerse bocarriba.
Sudaba profusamente y tenía la mirada perdida. Alargó un brazo para pedirme el móvil. Dobló la almohada y descansó la cabeza. Cogió la lupa de la mesita, y, muy excitada, comenzó a mirar las fotos. Entonces le separé las piernas y moví el vibrador adentro y afuera. Lo introducía, hacía una pequeña rotación y atrás de nuevo.
Sus gritos comenzaron a preocuparme. Sólo faltaba que los vecinos se alarmaran y llamaran a la policía. Le hice un gesto con la mano para rogarle que guardara silencio… Eso pareció excitarla aún más.
Bruscamente me apartó de ella, se sacó el vibrador con mucho cuidado y, exigente, me dijo: ponte un condón y métemela, métemela toda.
Saqué un condón de la mesita y se lo di. Se lo puso entre los labios. Jugó un poco con el, y lo fue desenrollando a lo largo del pene dando chupaditas. Cuando le pareció que ya estaba correctamente colocado, se puso a cuatro patas dándome la espalda. Por detrás, la quiero por detrás susurró. Y cógeme del pelo, cógelo fuerte.
La agarré por las caderas y la arrastré hasta el borde de la cama, y de pie, con un golpe seco, se la introduje entera diciéndole: mueve el culo cielo, mueve el culo…
Hacía mucho calor, así que nos íbamos turnando. Ella se movía atrás y adelante, haciendo una rotación al separarse un poco, cuando se cansaba era mi turno. Yo hacía casi lo mismo, con la única diferencia de que yo, en vez de hacer una rotación, la cogía por las caderas y le movía el culo.
Haz una foto, haz una foto, suplicó. Yo te preparo el móvil cariño, así no has de pararte.
Después de darme el móvil se movía enloquecida. Haz fotos, haz fotos, suplicaba. Al sentir el primer destello del flash, me la sujetó con una fuerte contracción. Ahora, con la vagina apretada a mi sexo, se movía despacio, saboreando sus desplazamientos.
Adelante y atrás, adelante…, se para. Haz una foto mi niño. Atrás, adelante, una leve rotación, un destello del flash. ¡Ahhh! Me corro mi amor, me corro. Mírame bien, que me corro mi vida, me corro… ¡Ahhh! ¡Ahhh!.
Se separó y tumbó bocarriba. Lucía una sonrisa de oreja a oreja. Hizo un ademán invitándome a fotografiarla así, tan bella y feliz.
-Déjame respirar un poco cariño. Déjame respirar, que ahora voy a por ti.
Te vas a enterar de lo que es capaz de hacer con la boca una chica francesa enamorada.

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